Blog de seguridad y defensa

jueves, 19 de julio de 2007

Despeñaperros y España.

19 de julio de 1808. Batalla de Bailén.
A sólo un año del bicentenario.

Este fin de semana Pérez Reverte contaba una batallita –con su habitual parafernalia- y a mí, al leerlo, se me alegraba el espíritu. Personalmente prefiero la versión novelada de Galdós en sus Episodios Nacionales pero he de reconocer que Reverte tiene gracia contando nuestras grandezas y miserias.
Al margen de consideraciones militares -que en la batalla no dan para mucho-, y de la leyenda de que ésta fuese la primera derrota de Napoleón, sí que cabe decir que constituyó un punto de inflexión en el devenir del Imperio Napoleónico. La lucha que mantuvieron españoles y portugueses contra su poder, fijó y diezmó a una parte de la Grande Armée en una agotadora lucha de guerrillas que se extendió hasta 1814; esto distrajo hombres, recursos y esfuerzo suficiente para hacer fracasar otras campañas en Europa. Lucha de guerrillas que no sólo fue patriótica o bandolera, también –y principalmente- de defensa ante el carácter predatorio del ejército de ocupación, como explica maravillosamente John L. Tone en su obra “La guerrilla española y la derrota de Napoleón”.
A España le costó décadas salir de la crisis en la que nos introdujo aquella invasión, en parte gracias al salvajismo de gabachos -y otros que pelearon en nuestra tierra-, en parte gracias a los persas y al virrey Elío, pero principalmente gracias al infame Fernando VII, a quienes Dios confunda.
Pero, sin embargo, al igual que los miles de soldados supervivientes y sus bien adiestrados funcionarios esparcieron por toda Europa los principios de la Revolución francesa, en España también quedó algo de aquella invasión. En todas partes donde el Imperio gobernaba eran abolidos los derechos feudales junto con los mil particularismos económicos, aduaneros y corporativos, se creaba un mercado único interior, se implantaba la igualdad jurídica y política según el modelo del Código Civil francés- al que dio nombre el propio emperador-; se secularizaban los bienes eclesiásticos; se establecía una administración centralizada y uniforme y la libertad de cultos y de religión, o la libertad de no tener ninguna. Con estas y otras medidas se reemplazaban las desigualdades feudales -basadas en el privilegio y el nacimiento- por las desigualdades burguesas -fundadas en el dinero y la situación en el orden productivo-. Desgraciadamente en España nos quedamos a medio camino.
Un recuerdo para aquellos españoles que combatieron bravamente donde mucho antes lo hicieron –también con honor- Escipión el Africano y Alfonso VIII de Castilla.

1 comentario:

  1. Tengo que disculparme con Jorge Aspizua y con un comentador anónimo que perticiparon en los comentarios de esta entrada. He rechazado ambos sin querer a traves del móvil.
    Aún así intento reproducir lo que a este post aportaban:
    Jorge Aspizua me corregía y me reñía por alabar las reformas napoleónicas en los estados; incluso me decía que eran la madre del stalinismo y el nazismo en Europa. A su vez lamentaba que no hubiésemos seguido la senda de las democracias sajonas.
    Anónimo, me decía que en Despeñaperos había habido más combates no sólo los tres que yo mentaba.
    Tomo buena nota y les mando un saludo.

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