Blog de seguridad y defensa

lunes, 16 de julio de 2007

De vehículos de patatas y estados nonatos fallidos

A mí, como a Pérez Reverte, se me sube un nublao a la cabeza cada vez que oigo hablar de la Ex­-Yugoslavia. Todos los que fuimos marcados por aquella tierra- cada uno con sus síndromes de Estocolmo particulares- recordamos con tristeza, a veces rabia, lo que ocurrió –y sigue ocurriendo- con la connivencia de muchos, incluidos nosotros, los siempre humanitarios españoles.
Hoy cuando he leído que Rusia suspende el cumplimiento del tratado FACE, como consecuencia de la decisión estadounidense de despliegue del escudo antimisiles en Europa Central, me he acordado con desánimo de Kosovo.

Nissan Patrol ML6 español y BMR (al fondo) en Kosovo

Sí, ambos asuntos, aunque aparentemente inconexos, están muy relacionados. Y lo que los une es que hoy por hoy son los dos arietes con los que Rusia ha decidido hacer brecha en la política internacional. Después de que la OTAN y EEUU hayamos bailado un zapateao en los callos de Rusia durante los últimos 10 años con una interminable lista de afrentas –la última en la cumbre de Riga invitando abiertamente a Georgia (patria de Stalin) y a Ucrania a la adhesión-, ella cree que ha llegado el momento de pararnos los pies, y ha escogido estos dos asuntos –el despliegue del escudo y la independencia de Kosovo- como líneas rojas que no nos dejará cruzar. La Madre Rusia ha salido del sueño –cuando no borrachera- en el que cayó en 1990 y reclama lo que cree que le corresponde, el peso internacional que tuvo antaño.
Lo cierto es que parece que ni siquiera Serbia estaba dispuesta a luchar hasta el final por mantener Kosovo, y en algunos ámbitos moderados serbios –y en privado siempre- se descontaba ya Kosovo como precio a pagar por un viaje exprés hacia la UE. Digo en privado porque en Serbia, hasta hace bien poco, si faltabas a los principios del ultra nacionalismo te picaban el billete ipso facto per fas et per nefas.
Para más inri desde el punto de vista de la comunidad internacional el conflicto de Kosovo no ha constituido, ni constituye, precisamente la primera prioridad.
Dado el momento y el contexto en el que se produjo no atrajo la atención internacional hasta que la situación estaba realmente fuera de control y esta vez parece que volverá a ocurrir lo mismo; va a ser utilizado para jugar como alfil sacrificable en el juego de intereses y contrapartidas al que Rusia, la UE y EEUU se están sentando sin que a nadie le importen mucho las consecuencias sobre el terreno. Sí, ni Serbia ni Kosovo –aún parte del territorio nacional serbio- van a tener mucho que decir en este asunto; aunque ineludiblemente son los que pagarán la cuenta.
De que Kosovo no fue -ni es- prioridad sobran evidencias, pero personalmente tuve prueba de ello muy recientemente cuando en el último seminario de la APE sobre seguridad y defensa en Toledo una de las ponencias versaba sobre el futuro de Kosovo y para hablar del asunto acudió el ex­­­­­­-ministro Piqué. Inicialmente me sorprendió un poco -pues él pertenecía a uno de los gobiernos que decidió la intervención en Kosovo- su postura claramente opuesta a la independencia de aquel territorio justificándola en que se podría abrir la caja de Pandora de los independentismos europeos; pero cuando se me vino el nublao a la cabeza fue cuando sin miramientos afirmó que la intervención en Kosovo no tuvo objetivos políticos sólo humanitarios. Parafraseando a un compañero del Sr. Piqué pensé: << ¡Manda huevos! >>.
Resulta que decidimos obligar a un país soberano a retirarse de parte de su territorio nacional mediante una campaña de bombardeos aéreos que le produjo ingentes daños humanos, materiales y económicos –en la que participaron nuestros cazabombarderos F-18- con el único fin –no poco importante- de parar la represión brutal que la RFY realizaba sobre sus propios ciudadanos. ¿Y luego qué? ¿Nadie en el Consejo del Atlántico Norte estudió los efectos de realizar tal acción?
Estoy seguro que sí. Estoy seguro que alguien en Bruselas pensó que aquellos bombardeos tendrían como efecto inmediato que se aceleraría –como se aceleró- la represión serbia sobre los albanokosovares -al amparo del abandono de todos los observadores internacionales que durante años estuvieron allí desplegados- para intentar ganar rápidamente terreno antes de la inevitable intervención internacional.
Estoy seguro que alguien pensó que al obligar a todas la fuerzas de seguridad de la RFY a abandonar Kosovo se produciría –como se produjo- una campaña de venganza en la que esta vez serían los serbios locales los que morirían.
Estoy seguro que alguien pensó que después de los bombardeos y la ocupación de Kosovo el régimen de Milosevic se colapsaría –como se colapsó- dando paso a gobiernos reformadores apoyados mayoritariamente por el hartazgo de una población asqueada.
Pero también estoy seguro que alguien pensó que, ocurrido todo lo anterior, y quedando Kosovo en manos de líderes exclusivamente albanokosovares –algunos del UCK-, sin fuerzas de seguridad serbias ocupando el territorio y con un porcentaje de población albanesa del 91%, la única salida posible sería la independencia.
Y si no fue así, ¡que Dios nos pille confesados!, ¿en manos de quién estamos? ¿Quién cree que puede utilizar sus ejércitos sin tener previamente objetivos políticos precisos?
La respuesta del Sr. Piqué a la pregunta de un asistente sobre este asunto en el seminario de Toledo, fue que quizás no se valoraron todas las consecuencias. Quizás…
Una visión retrospectiva
El 28 de junio de 1989, fecha del 600 aniversario de la batalla de Kosovo Polje contra los turcos, Milosevic reunió a cerca de 1 millón de serbios en el antiguo campo de batalla y formuló la promesa de “reconquistar Kosovo para Serbia”. Su discurso de aquel día se considera por los historiadores como el prólogo de la guerra en la antigua Yugoslavia y el detonador retardado que haría estallar 10 años después el conflicto en Kosovo una vez acabada aquella. Aquel año Milosevic suprimió casi todas las competencias autónomas que Kosovo había disfrutado dentro del estado plurinacional Yugoslavo y la provincia quedó bajo el poder central de Belgrado declarándose la ley marcial. Este hecho provocó una oleada de protestas que desembocaron en la declaración unilateral por parte de Kosovo de la independencia en julio de 1990 cuando definitivamente se abolió su autonomía y de paso la de la Vojvodina con una importante minoría húngara. En realidad no eran más que dos hitos en el camino que Milosevic había trazado en la reconquista de Yugoslavia para Serbia. Otro fue las revueltas en Montenegro que llevaron allí al poder a hombres de su obediencia. Con los cuatro votos de Serbia, Kosovo, Vojvodina y Montenegro en sus manos, Milosevic bloqueó la presidencia federal, impidiendo la rotación en la presidencia y de hecho dinamitó la federación. Así, con su exigencia de hegemonía racial serbia, Milosevic provocó el movimiento secesionista y se convirtió en el verdugo de Yugoslavia. Inmediatamente comenzaron las guerras, primero en Eslovenia, muy breve; después en Croacia, ya muy cruenta, y después, atroz, la de Bosnia. Milosevic depuró el ejército del elemento yugoslavista en favor del serbio y se lanzó a hacer una Gran Serbia, desde la frontera griega hasta Zagreb. Hubo momentos en 1992 en que pareció capaz de lograrlo.
Desde luego aquella no era la primera revuelta, en marzo de 1945 estalló una gran revuelta kosovar, porque los albaneses se niegan a combatir en el ejército yugoslavo, y Tito impuso el estado de sitio que duraría hasta 1966. Aquella crisis acabó en 1968 cuando el líder yugoslavo, que era croata, eleva el status de Kosovo a república autónoma con parlamento y gobierno propios. Finalmente, en 1974, una nueva Constitución ahonda en esa lógica creando la República Socialista de Kosovo. Las seis repúblicas yugoslavas -Serbia, Croacia, Montenegro, Eslovenia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina- le niegan, sin embargo, a Kosovo el carácter de séptima república, dotada como ellas de un teórico derecho a la secesión. Las autoridades albanokosovares de la república autónoma proceden entonces a una primera, bien que incruenta, limpieza étnica soterrada provocando bajo fuerte presión el éxodo serbio del territorio, de forma que a la muerte de Tito, en 1980, los albaneses son ya cerca del 80% de la población. En abril de 1981 hay cientos de muertos en la represión de Belgrado contra las nuevas exigencias populares de que se reconozca a Kosovo el status de séptima república yugoslava. Desde luego el asunto de Kosovo nunca formó parte de la agenda internacional, dado que todo el mundo entendió que era un asunto interno de Yugoslavia.
Prueba de este poco interés que suscitó Kosovo es que la ONU tardó tres años -la primera resolución relativa al territorio fue la 855 del CS de la ONU de 9 de agosto de 1993- en ocuparse de la limpieza étnica en la que se había embarcado Milosevic y desde esta primera resolución hasta la siguiente del CS -en marzo de 1998- pasan nada menos que 5 años. Evidentemente el conflicto no desapareció ni mejoró en modo alguno durante este periodo, pero también evidentemente no constituyó una preocupación para la ONU.
No hay que olvidar, en descargo de esta organización y del CS, que la guerra en Croacia y Bosnia-Herzegovina coparon el esfuerzo principal de la comunidad internacional hasta prácticamente 1996 y que en diciembre de 1994, el gobierno del presidente ruso Borís Yeltsin emprendió la invasión de Chechenia con el objeto de detener la independencia de esta república. Grozni fue casi completamente destruida antes de ser ocupada por los rusos en febrero de 1995 y Yeltsin ofreció a los independentistas la plena autonomía dentro de la Federación Rusa, pero se negó a aceptar la secesión. En mayo de 1997 tuvo lugar la firma de un tratado de paz que suponía en la práctica el reconocimiento ruso de Chechenia como nación soberana. Desde luego el panorama no estaba –como no está ahora desde el punto de vista ruso- para discutir en el CS sobre asuntos secesionistas y menos cuando éstos afectaban a un directo y tradicional aliado ruso.
Pero sin embargo en Kosovo el conflicto no sólo seguía latente sino que poco a poco seguía creciendo; en julio de 1995 un tribunal serbio condena a 68 kosovares a 8 años de cárcel por haber creado una fuerza de policía paralela y en agosto las autoridades serbias asientan a muchos refugiados provenientes de la Krajina en Kosovo, provocando la protesta de los líderes kosovares. Durante 1996 el grupo separatista denominado Ejército de Liberación de Kosovo (UCK) reclama la autoría de una serie de atentados terroristas, mostrando ya los primeros síntomas de ser una organización paramilitar con estructura y capacidad importante. En enero de 1997 y dentro del contexto de lucha por el control de la educación el rector serbio de la Universidad de Prístina es gravemente herido en un atentado con coche bomba y poco después el líder del UCK muere en un enfrentamiento con la policía. En marzo cuatro personas resultaron heridas en un atentado en el centro de Prístina cuya autoría fue reclamada por el UCK y en septiembre numerosos hombres armados atacaron simultáneamente las comisarías de policía de 10 pueblos de Kosovo en la primera acción coordinada contra las fuerzas serbias. En noviembre se produjo la primera aparición en público de elementos del UCK.
No resulta fácil calificar los conflictos armados y desde luego menos lo es el decir cuando un conflicto pasa de ser un asunto interno a un conflicto interno internacionalizado. Se habla de un conflicto interno internacionalizado cuando un conflicto que era inicialmente interno ha ido adquiriendo progresivamente las características de un conflicto internacional a raíz de intervenciones sustanciales de potencias extranjeras. Probablemente, el conflicto en Kosovo tomó tintes de esta internacionalización durante la explosión social que sacude Albania en los meses de marzo y abril de 1997. Como se sabe, durante la revuelta popular los amotinados saquearon los cuarteles del Ejército y de la Policía apoderándose de más de un millón de armas de todo tipo, muchas de las cuales fueron a parar a las manos del UÇK. Durante unos meses se aprobó el envío de tropas de interposición de la UE (denominadas Fuerza Internacional de Protección) para restablecer el orden en Albania. Estas tropas, integradas por unos 6.000 soldados (entre ellos españoles), llegaron a mediados de abril y se desplegaron por todo el país en la segunda quincena de ese mismo mes. Pero en agosto de 1997 el gobierno anunció que el Ejército y la policía habían restaurado el orden tras lo cual la fuerza multinacional abandonó Albania ese mismo mes. A partir de entonces, Albania se convirtió en un santuario que permitió la financiación, la provisión de armas, el adiestramiento y que acogió las bases del UCK. Esto permitió reforzar sus actividades de guerrilla, lo que acarrearía al mismo tiempo mayores represalias por parte de las fuerzas de policía y paramilitares serbaos en terreno de Kosovo.
Ya que la esperanza de una reacción internacional no se materializaba, las fuerzas más radicales albanokosovares tomaron definitivamente el control y se decidió pasar a la ofensiva en 1998 con un UCK rearmado moral y materialmente, generalizándose la violencia terrorista por parte albanokosovar y las represalias de las fuerzas del VJ (Ejército Yugoslavo) y la policía (incluida artillería, carros y aviones de caza) así como de unidades paramilitares (tigres de Arkan). Fue en esos primeros meses de 1998 cuando se produjeron los primeros 200000 refugiados principalmente hacia Albania, Macedonia, BiH y Serbia.
El resto es bien conocido: represión, lucha irregular, más represión, asesinatos, masacres, expulsiones, cientos de miles de refugiados y finalmente la intervención de la OTAN sin respaldo del Consejo de Seguridad, donde Rusia había prevenido de su veto a cualquier resolución que apoyase una intervención armada.
¿Y en el futuro qué?
En 1990, cuando Yugoslavia aún era un Estado unificado, en la revista Foreign Affairs se hizo el siguiente vaticinio: “en el siglo XXI, en el continente europeo habrá sólo siete países, uno llamado Europa y las seis repúblicas yugoslavas”. La irónica predicción, que aludía a las luchas internas que ya libraban los gobernantes de Yugoslavia, se quedó corta. Además de las cuatro repúblicas que ya abandonaron la frágil federación yugoslava (Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia) recientemente Montenegro ha roto el lazo que la mantenía unida a Serbia pero además, la provincia autónoma de Kosovo se dirige a una independencia –encubierta o no- que, en todo caso, no mantendrá con Serbia más que un vínculo formal. Y aún es un misterio qué ocurrirá en la otra provincia autónoma dependiente de Serbia, Voivodina, con una importante minoría húngara y en el denominado pasillo de Sandjak, donde la población musulmana avanza de manera exponencial y ya son casi el 70%.
Intentando otear el futuro más inmediato cabe pensar que Serbia, tras su separación de Montenegro, corre el riesgo de acentuar sus tensiones internas con la hipotética pérdida de Kosovo, que reduciría sus fronteras a las de 1912. Es cierto que se ha acomodado a un divorcio de Montenegro con la esperanza difusa de algún futuro tipo de unión con lo que considera una nación serbia y que algunos analistas afirman que Serbia puede que ya haya descontado y renunciado a Kosovo y que vaya a utilizar su cesión para obtener beneficios en sus negociaciones de ingreso en la UE, pero la hipótesis más probable es que la lógica nacionalista, que aún conserva mucho apoyo, será difícil que se acomode a la secesión de Kosovo, sobre todo si en aquel territorio se consolida en el poder un nacionalismo albanés con bastantes rasgos racistas, trágica paradoja de la política de limpieza étnica de Milosevic. Y si los nacionalistas no logran imponer su criterio, Rusia se va a ocupar de hacerlo valer con o sin el consentimiento de las autoridades legítimas serbias.
Por el otro lado, los albano-kosovares (el 91% de la población) no se conformarán con algo menos que la independencia, por mucho que todas las la resoluciones del Consejo de Seguridad considere a Kosovo como parte integrante de Serbia. Los dirigentes serbios lo saben y no pierden ocasión en anunciarlo, advirtiendo de las posibles consecuencias (como hizo recientemente frente al ministro de AAEE de España) que tendrá en otros territorios de Europa la aceptación de un proceso como el que se ha producido en Kosovo. Pero, pese a que dudo de que las advertencias tengan base al advertir sobre los peligros que la aceptación por parte de la CI de este proceso para lograr la independencia puede tener en otros territorios, Serbia, indudablemente, mira con autentica preocupación el posible aumento de las tensiones en la región musulmana de Sandjak o en la Vojvodina de predominio magiar que podrían estar tentadas de emprender el mismo camino que Kosovo parece estar a punto de concluir.
Respecto al estatus definitivo de Kosovo creo que –una vez disculpada la candidez de alguno al calor de la intervención humanitaria urgente- es hora de apechugar con lo que hicimos y apoyar a nuestros socios, UE y EEUU, en la solución que se adopte finalmente a la empresa que nosotros mismos emprendimos.
Y lo de los independentismos europeos habrá que evitar relacionarlo con este asunto porque -por mucho que el Sr. Putin nos mente a los peores fantasmas de nuestras pesadillas- al apoyar la independencia de Kosovo no se abre la puerta a nadie para nada que no lleve muchos años ya abierto. Dudo mucho que ninguno de los independentismos que tenemos en España –ni siquiera el sanguinario- quiera andar el camino que anduvo Kosovo o Bosnia desde 1990, camino que les condujo a ser el territorio más pobre de Europa, destrozado moral y económicamente, tutelado por la OTAN y estados fallidos antes de ni siquiera nacer.


La hoy llamada Plaza de España en Mostar: en los primeros 70 y en 1996 patrullada porBMR,s. El edificio sobre el camión amarillo es el edificio blanco de la izquierda.

Y además, por si acaso, mejor apoyar a los que son mayoritarios en el CS. Así de duro y así de sucio. Como casi todo lo que hicimos, y se hicieron ellos solos, en los Balcanes.
Y sin olvidar que tenemos tropas en aquella región y tanto si se produce la independencia como si no, la tensión va a ser elevada. Quizás los BMR que se estrenaron con honores en 1992 en la Guerra de Bosnia ya no valgan ni para éste ni para otros conflictos irregulares, por muchos inhibidores que les pongamos.
No vale de nada, Sr. Sanz Roldán, ponerles inhibidores a los camiones de patatas, no les hace ser menos camión de patatas y no dejan de estar desprotegidos sus ocupantes por ello.
Ese no es el camino, no están entre las virtudes a cultivar por un mílite la autocomplacencia y mucho menos la imprudencia, cosa que ha practicado al desvelar cuantos vehículos tienen o no inhibidores en una misión en curso. Me pregunto cuantas patrullas en BMR ha hecho y en cuantas misiones ha participado en el exterior. Me temo que pocas. Graves irresponsabilidades…

"Camión de patatas" Cougar del USMC

Con todo mi dolor y respeto al pueblo serbio de Bosnia, de Kosovo y por supuesto de Serbia, que no merecieron la perrería que les gobernó y despeño por el abismo.

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