El marco general.
La primera y más básica pregunta a la que nos debemos enfrentar al pensar en realizar cambios y/o transformaciones en las FAS es el ¿para qué? De nada sirve pensar o proponer cambios si no van terminantemente dirigidos a alcanzar unas finalidades claras y previamente reflexionadas.
Desde los primeros 90 todos los Ejércitos del mundo occidental –nuestros antiguos adversarios orientales también, con ritmos desiguales- nos hemos lanzado a la espiral transformadora –cuando no revolucionaria- como consecuencia del brutal cambio en el panorama estratégico global. Para llevar a cabo los cambios se repensaron las tres variables fundamentales de unas FAS (cantidad, calidad y capacidad) y se tomó acción en todas ellas para conducirnos a un modelo de FAS totalmente profesionales, más reducidas, tecnológicamente más avanzadas, de acción ineludiblemente conjunta, capaces de operar en ambiente combinado y orientadas a obtener la superioridad abrumadora en el enfrentamiento convencional. Pero curiosamente esta transformación no fue pensada con un “para qué” claro. Se entendía en todos los modelos estratégicos que el enfrentamiento de bloques en las llanuras de Europa era cada vez menos probable pero no se determinaba cual sería la próxima estación, se dejaba intuir en todos las estrategias que el futuro era confuso, que la niebla se espesaba y que no nos dejaba entrever lo que esperaba detrás.
Desde luego la guerra del Golfo del 91 –la primera de la naciente era hegemónica estadounidense- fue determinante para todos los países occidentales en esta transformación, ya que supuso la primera vez que se ponía a prueba verdaderamente la capacidad y la filosofía militar occidental contra una filosofía y capacidad del casi extinto modelo soviético. El M1 contra los T72, los Patriot contra los SCUD, los F-14 y los Tornados contra los MIG más avanzados, por fin se demostraba que “la calidad” triunfaba definitivamente frente a “la masa” con un número muy limitado de bajas propias por su superioridad tecnológica y su elevada preparación.
Y tras ello los pensadores militares miraron a la última gran guerra y decidieron que la receta conocida era la más adecuada porque ya había demostrado sus bondades. Todos nos lanzamos a la inmediata transformación de las FAS de la guerra fría hacia unas fuerzas mucho más potentes y pesadas pero mucho más reducidas en número, tecnológicamente muy avanzadas y confiadas en la superioridad tecnológica de enfrentamiento. Y para no producir aumentos significativos en el gasto militar se planearon plazos realmente largos en los que afrontar los cambios necesarios; los programas plurianuales de cazas, de buques, de misiles, de piezas de artillería y carros de combate de altísima capacidad tecnológica florecieron en todo el mundo occidental e hipotecaron los recursos durante lustros –aún hoy todos los países de nuestro entorno y nosotros mismos estamos embarcados en ellos- a la vez que la reducción de tropas –especialmente de las unidades ágiles y ligeras que consumen muchos recursos humanos- crecía exponencialmente.
El marco de referencia nacional.
Y ¿por qué esta larga introducción? Porque, de repente, el 11S sacudió nuestro particular sueño del “fin de la guerra” y el general del “fin de la historia”; o al menos sacudió el de EEUU arrastrando a toda la OTAN consigo. EEUU ante un atentado terrorista reaccionó invocando el Art. 5 del Tratado del Atlántico Norte y declarando la Guerra Global contra el Terror, es decir reaccionó con la única –que probablemente no mejor- herramienta que le proporcionaba inmediatez en la respuesta: las FAS. Unas FAS que estaban en el proceso anteriormente descrito y que habían arrastrado por simpatía a todas las FAS euro-atlánticas a parecidas sendas de cambio. Pesadas, poco numerosas, poco proyectables y pensadas para la superioridad en los conflictos convencionales a través de la tecnología, se tenían que enfrentar de repente –y con urgencia- a la Operación Anaconda contra fuerzas ligeras numerosas, con métodos irregulares, de naturaleza insidiosa, difícilmente localizable, con elevada moral y en un terreno que exigía echar ineludiblemente pié a tierra y husmear cada palmo de terreno para su derrota. De todos es sabido el resultado, esta primera guerra del siglo XXI había encontrado a las FAS de EEUU con el paso cambiado. Numerosas lecciones aprendidas surgieron de esta operación. Algunas se han desclasificado y se pueden encontrar en: “The Anaconda Problem: The Information Age RMA meets Napoleon” de Andres, Richard and Davis, Mark para la International Studies Association. (2007). En sus propias palabras: “The result for Anaconda was operational incompetence and chaos”.
Como corolario de todo lo expuesto cabe extraer la siguiente conclusión: es crucial el pensar con mucho detenimiento cuál ha de ser el papel de nuestras FAS en la lucha contra riesgos nuevos como son el terrorismo internacional, la inmigración ilegal y la lucha contra el crimen organizado, y cómo, y en qué porcentaje, se quiere que afecte a las capacidades actuales. De ello depende que seamos capaces o no de enfrentarnos al próximo conflicto con garantías. Una vez ordenada la corrección en el rumbo del buque de las FAS se tarda tiempo en adoptarlo, y una vez en el nuevo rumbo, la vuelta atrás es verdaderamente difícil. Debido a estos plazos de tiempo largos que conllevan los cambios de rumbo, los futuros líderes políticos pueden ver verse constreñidos en sus capacidad de acción a través de las FAS por decisiones tomadas 10 o 15 años antes, decisiones adoptadas para afrontar realidades que ya no existen cuando los nuevos sistemas de armas adquiridos y los nuevos procedimientos planeados entonces, entran completamente en funcionamiento. “Policymakers must recognize that the defence transformation decisions they make now are the ones with which as yet unidentified future political leaders will have to live.”. en “Defense transformation: To what, for what?” del Col Kevin P. Reynolds. US Army War College Professor. (2006).
Así en España desde el 11S, y muy especialmente desde el 11M, el peso que las FAS están asumiendo en la lucha contra los nuevos riesgos es creciente. La Revisión Estratégica de a Defensa (RED) de 2003 lo anunciaba y la DDN de 2004 y la LODN 5/2005 lo han consagrado como misión de las FAS. En concreto en la citada Ley Orgánica 5/05 encontramos para luchar con estos nuevos riesgos varios ámbitos de actuación posibles: la vigilancia y el control de los espacios de soberanía nacional, el apoyo a las FCSE, las misiones de respuesta a acciones “Renegade”, el apoyo a las administraciones públicas, las acciones encaminadas a preservar la seguridad de los españoles en el extranjero y las acciones de colaboración en el ámbito internacional para preservar o reconstruir la estabilidad y/o seguridad de un área determinada.
Todos estos documentos suponen un cambio importante en las misiones de las FAS pues desarrollan definitivamente el empeño que tiene España en el uso de sus FAS para esta lucha. Y no sólo en el plano teórico, de nuestra automática participación en la Operación “Libertad Duradera” de finales de 2001–finalizada para España en 2004-, pasamos a la Operación “Active Endevour” de la OTAN –aún en marcha-, a la Operación “Romeo-Mike” en nuestro propio territorio para apoyo a las FCSE en la lucha antiterrorista, a la defensa de la valla en las ciudades españolas norteafricanas y finalmente a la Operación “Noble Centinela” en las Islas Canarias para apoyo a la lucha contra la inmigración ilegal.
Desde luego la participación de las FAS en estas misiones es creciente, y la determinación política es clara; clara pero no absoluta. El modelo de respuesta militar elegido por España para esta lucha ante los nuevos riesgos es de carácter restrictivo, es decir que no debe –ni puede- constituir ni nuestra primera ni nuestra principal herramienta, sólo cuando se den ciertas circunstancias será justificada. En concreto la filosofía de empleo nacional de las FAS es coincidente con la que se determinó en la cumbre sobre terrorismo celebrada en Madrid en marzo de 2005, en la que se consagraba este carácter restrictivo y en la que se consideraba adecuado su empleo en los siguientes casos: cuando las FCSE nacionales se vean desbordadas por la amenaza, en refuerzo de estas FCSE aportando capacidades específicamente militares, para impermeabilizar fronteras nacionales, en cooperación con FAS internacionales allende las fronteras propias y cuando la amenaza se encuentre amparada en territorios de otros países que sean incapaces de actuar por si mismos. Ver “La Serie de Documentos de Trabajo de la Cumbre de Madrid” del Club de Madrid (2005) en: http://cumbre.clubmadrid.org/.
Por tanto este ha de ser nuestro marco de referencia, nuestro papel en esta lucha será creciente pero siempre de carácter restrictivo, principalmente de apoyo. Este modelo va en consonancia con el francés o el alemán, pero difiere sustancialmente del estadounidense; es importante tenerlo presente a la hora de realizar transformaciones a imagen y semejanza de otros.
Los cambios necesarios: políticos y militares.
Este es pues nuestro “para qué” nacional. Conocerlo es clave para que los militares piensen y aconsejen sobre el “qué” cambiar. Y dado que nuestro “para qué” es restrictivo, nuestro “qué” cambiar deberá tener parecido un carácter similar. No debemos olvidar que este país tiene una posibilidad más elevada que otros de sus socios europeos en verse involucrado en un conflicto convencional, y por tanto no deberíamos caer en el error de pensar que aunque hoy en día nuestra principal actividad operativa se ciñe a estas misiones y a las de apoyo a la paz, éstas van a ser con exclusividad nuestros próximos conflictos.
Para nosotros es muy importante mantener una capacidad de disuasión convencional por represalia elevada. Esta capacidad además nos será igualmente útil contra aquellos estados que pudieran proporcionar medios y apoyos a grupos terroristas que atentasen contra intereses españoles, o bien utilizasen, directa o indirectamente, el terrorismo para resolver conflictos con nuestro estado.
Por tanto es nuestra obligación, partiendo de nuestro marco de referencia, y manteniendo como eje fundamental de nuestra estrategia la disuasión convencional, reflexionar sobre los cambios que esta lucha ante los nuevos riesgos nos puede exigir para mejorar nuestro rendimiento en ella. Y a ser posibles todos los cambios que realicemos han de ser de validez dual: para escenarios convencionales y para otros de menor intensidad.
Pero además es necesario distinguir, entre estas necesidades de cambio, las que no afectan sólo al ámbito militar y que por tanto dependen en gran medida de determinaciones políticas, y aquellas que sí están dentro de la esfera de control de las FAS, y que por tanto no tienen mayor dificultad que la voluntad militar de su puesta en marcha.
En el ámbito político cabe resaltar las siguientes:
– La primera y más fundamental necesidad de cambio no es del ámbito militar pero le influye definitivamente. Esta es la concreción a nivel estatal de estrategias integrales, que aúnen y coordinen esfuerzos de todas las herramientas a disposición de Estado, para la lucha contra estos nuevos riesgos. Estas estrategias se han de plasmar en planes concretos que deben ser ensayados y evaluados con cierta regularidad.
– Basados en estos planes, y en las capacidades y actividades que en ellos se exija de las FAS, se ha de comenzar a diseñar un adiestramiento adecuado para las unidades militares involucradas. El viejo principio militar de que una unidad combate como se instruye, es de perfecta validez para estas nuevas situaciones. Si no hay instrucción y adiestramiento, conjunto en lo militar, e integral con otros ministerios y agencias, difícilmente podremos alcanzar grados aceptables de eficacia.
– Se debe paralelamente comenzar a pensar en métodos de mando y control comunes con la administración civil, especialmente con el ministerio del Interior, que agilicen la comunicación, que permitan compartir la información en tiempo real y que permitan lograr eficiencia en los costes de las acciones del Estado. Algunos pasos se han dado pero deberían ser más decididos y firmes en beneficio de la sociedad a la que todos servimos. En este sentido la operación “Noble centinela” de lucha contra la inmigración ilegal el área de Canarias, bajo el control de un general de la Guardia Civil o la creación del Almirantazgo de Acción Marítima que en cierto modo empieza a coordinar la acción global del estado en la mar, son pequeños pero decisivos pasos en esta dirección.
– Para aquellos que diseñan las políticas y planes de defensa debe ser fundamental tener en mente que sus decisiones afectarán a administraciones que vendrán en 8 o 12 años, y que por tanto, pese a que la situación a la que se enfrenten puede parecer muy clara a día de hoy, puede no serlo en algunos años, la niebla y la fricción se encargarán de ello. Por ello las capacidades que se planeen hoy deben abarcar el mayor número de escenarios estratégicos posibles y nunca exclusivamente ceñirse a modelos cerrados o de tendencia internacional.
– En este nivel sería conveniente también concienciar a la sociedad española de la necesidad y del imperativo de la participación de las FAS en estas misiones para seguridad de todos, así como de las propias restricciones que la legislación nos impone en ello.
Desde el punto de vista militar los cambios a afrontar son:
– Por supuesto, y en primer lugar, debemos mejorar nuestra capacidad de operar de forma conjunta. Llegamos tarde muchos años a esta concepción conjunta de las FAS y debemos acelerar en las reformas. Ya se ha dicho anteriormente que el futuro es integral, de las distintas administraciones en colaboración: lo diplomático, lo económico, las administraciones regionales, lo político, la seguridad interior y la exterior en conjunción para dar un resultado mucho más eficiente y eficaz a la sociedad a la que todos servimos. Y lo complicado es que deberemos adaptarnos a esta nueva visión integral a la vez que profundizamos en lo conjunto.
– Debemos mejorar la capacidad de proyección de nuestros medios sobre teatros alejados –capacidad expedicionaria- y una vez dentro de éstos, debemos mejorar nuestra capacidad de proyectar nuestro poder sobre tierra. Para ello es necesario ahondar en algunas de las reformas llevadas hasta ahora en los Ejércitos y la Armada:
En el ámbito terrestre debemos aligerar nuestros medios pesados y proteger nuestros medios ligeros cubriendo el vacío que se crea entre estos extremos. Precisamente es en este vacío de “lo medio” donde hoy se mueve el conflicto normalmente. En este sentido el programa recientemente anunciado de renovación de medios ligeros y BMRs en operaciones para su sustitución por MRAPs, así como el adelanto del programa del nuevo BMR 8x8 es una buena noticia.
En el ámbito marítimo se está profundizando desde hace unos años especialmente en estos aspectos, la capacidad expedicionaria y la proyección sobre tierra del poder naval. La próxima llegada del BPE, la posible adquisición de misiles de largo alcance para nuestras F100 y la potenciación de la Infantería de Marina son claros exponentes de ello. Así mismo, y ya nombrado ut supra, la creación del Almirantazgo de Acción Marítima con la misión de proyectar y conjuntar la acción del estado en la mar y la llegada de sus nuevos buques de acción marítima son ya pasos en la dirección adecuada.
En el ámbito aéreo-espacial, la potenciación resuelta de la capacidad de transporte estratégico y la de nuestra capacidad satélite es crucial para estas operaciones. Sin embargo quizás deberíamos meditar sobre la capacidad de vigilancia marítima y la capacidad de apoyo a tierra de nuestras aeronaves y evaluar si no tenemos ciertas carencias, no sólo en los tocante a las aeronaves sino también en nuestra capacidad de dirigir los ataques desde tierra a través de equipos TACP/FAC.
Deberemos mejorar dos aspectos cruciales del conflicto futuro –ya presente- y que serán beneficiosos en todo el espectro de misiones: por un lado la capacidad de operar en red, con la presentación simultanea de la información en tiempo real a todos lo niveles y por otro la potenciación de los sistemas de Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento y Adquisición de Objetivos (ISTAR). La creación de sistemas conjuntos de C4I y la potenciación del CIFAS y las unidades de obtención de inteligencia de todo tipo son asuntos pendientes que deberían merecer nuestra atención primordial.
– Será crucial seguir cambiando nuestra cultura de adiestramiento. El esfuerzo que se centraba en el adiestramiento principalmente convencional pensando que todo lo demás sería menos exigente y que por tanto no había que entrenarlo, cada día está más abandonado, pero aún así, no ha sido corregido completamente. El concepto de la guerra de los tres bloques del General Krulak en "The Strategic Corporal: Leadership in the Three Block War" : operaciones de alta intensidad, ayuda humanitaria y apoyo a la paz, está plenamente vigente en su filosofía básica, léase la complejidad del espectro de las misiones a las que un soldado se enfrenta en el área de operaciones hoy en día, pero quizás habría que completarlo con dos bloques más: las operaciones en ambiente irregular y las operaciones de apoyo a las autoridades civiles, es pocas palabras la guerra contrasubversiva/containsurgente y las misiones de apoyo policial. En EEUU han acuñado el término Military Operations Other Than War (MOOTW) que comprende: ayuda humanitaria, mantenimiento de la paz, imposición de la paz, contrainsurgencia, insurgencia y asistencia militar. Ver JP 3-07 Joint Doctrine For Military Operations Other Than War.
Aunque a los jóvenes nos parezca mentira nuestros mayores, que quizás estén menos preparados en los tres primeros bloques, sabían muchísimo de estos dos últimos pilares. Las orientaciones de subversión y contrasubversión de 1977 (ET O-0-2-5) son un claro ejemplo. Principalmente basadas en las experiencias en operaciones en ambiente irregular como el de Ifni o Sahara y en alguna otra de ámbito interno en la lucha contraguerrillera y por tanto muy influenciadas por la doctrina soviética revolucionaria eran motivo de estudio detallado hasta los primeros 90 en las Academias Militares españolas pero de repente fueron abandonadas.
– Se debería revisar nuestro sistema de planeamiento de defensa y el modo por el que se proponen las capacidades militares futuras al nivel político. Un enfoque conjunto e integral impone que sean los escalones conjuntos más elevado los que lleven la iniciativa a la hora de conducir las nuevas adquisiciones. De poco sirven las Revisiones Estratégicas y las Directivas de Defensa si luego no se ven respaldadas por una logística genética coherente. Puede ocurrir, y de hecho ocurre, que las políticas de defensa y los medios que se adquieren para llevarlas a cabo son divergentes.
– Por último la creciente presión social para que protejamos a nuestras tropas de los ataques que nos produzcan bajas nos va a exigir inevitablemente el mejorar la protección de nuestra fuerzas, no sólo con medidas pasivas como chalecos, vehículos o cascos, sino con medidas activas como el armamento ligero y los visores nocturnos más modernos, el uso cada vez más generalizado de vehículos no tripulados tanto aéreos como terrestres a todos los niveles que disminuyan el riesgo que corran nuestras tropas, y con fuerzas capaces de actuar cada vez “más allá del horizonte”. Pero además, la también creciente exigencia de proteger a los civiles entre los que operemos de daños colaterales, nos exigirá de medios de adquisición y ataque cada vez más precisos, así como del empleo de armas no letales para utilizar en las operaciones de baja intensidad.
Conclusión:
La primera y más crucial pregunta a la hora de afrontar cambios en las FAS debe ser siempre acerca de la finalidad. Ésta debe estar siempre clara y coordinada con el poder político, pues de ello dependerá que la Nación –y en su representación otros gobernantes que aún no han sido elegidos- tenga las herramientas adecuadas en un futuro que aún es incierto. Dado y asumido este margen inevitable de incertidumbre y conociendo el propósito político para el que se inicia una transformación se puede comenzar a pensar los asuntos que conviene cambiar.
Para España es claro que la determinación política de empleo de las FAS en operaciones cada vez más diversas y diferentes de las del combate convencional no es pasajera. La LODN 5/2005 consagra las misiones de las FAS y las operaciones para las que deben prepararse y a primera vista se concluye que las operaciones en las que nuestras autoridades políticas piensan mayoritariamente emplearnos no son las tradicionales de combate convencional, sino esas otras operaciones que incluyen: las de apoyo a la paz, las de carácter humanitario, las de rescate, las de apoyo a la acción del Estado en la mar, las de apoyo a FCSE en materia de lucha contra el terrorismo, las de reacción a acciones terroristas tipo “Renegade” y las de asistencia a la seguridad y reconstrucción en países extranjeros. Y lo más probable será que se tengan realizar varias de ellas simultáneamente en un área de operaciones.
Estas nuevas responsabilidades de las FAS no sólo les afectan a éstas sino que también implican cambios en ámbitos ajenos a los Ejércitos y la Armada, principalmente serán: la creación de estrategias interministeriales coordinadas, el diseño de planes de respuesta integrales, concretos y ensayados, la creación de centros de coordinación y mando interdepartamentales, el reconocimiento de la política de defensa como un asunto que afecta a largo plazo y por tanto susceptible de ser consensuado y un esfuerzo pedagógico para explicar a la sociedad estos nuevos retos. Todos ellos son asuntos que sólo el poder político puede abordar desde un enfoque integral.
Pero sin duda estas nuevas misiones requieren de transformaciones en nuestras FAS, desde los medios y los procedimientos hasta las mentalidades. ¿Pero hasta dónde? España no puede olvidar que tiene una moderada posibilidad de verse envuelta en un conflicto convencional de alta intensidad y para ese esfuerzo máximo debe tener preparadas sus FAS. Nuestra estrategia de disuasión por represalia ha de ser creíble y eso nos obliga a mantener continuamente en el tiempo fuertes capacidades de carácter convencional.
Lo ideal sería ser capaces de dotarnos de unas fuerzas robustas y tecnológicamente diversificadas con capacidad para llevar a cabo ambas, las misiones de alta y las de baja intensidad. Eso no es desde luego fácil pero si que puede marcarnos un rumbo correcto en la aproximación.
Las reformas que se tengan que afrontar para responder a estas nuevas operaciones deben tener en lo posible un carácter dual, deben poder satisfacer ambos requerimientos a la vez. Las capacidades adicionales que sean exclusivas de estas nuevas misiones deben tener carácter restrictivo pese a que la hipótesis –y la realidad- de empleo más probable de nuestras FAS gira en torno a ellas.
Entre estos cambios de objetivo dual que se propone adoptar destacan: mejorar la capacidad de operar de forma conjunta e integral con otras administraciones y ministerios, potenciar el liderazgo del nivel estratégico en la propuesta de OCAM, aumentar la diversificación del adiestramiento de nuestras unidades hasta lograr abarcar “los cinco bloques”, potenciar la capacidad de proyectarnos a escenarios lejanos y dentro de ellos de actuar sobre tierra y deberemos hacer evolucionar sustancialmente nuestras capacidades C4I e ISTAR.
En resumen, la hoja de ruta a seguir vendrá marcada por cambios con carácter restrictivo, a ser posible de carácter dual, pero que conduzcan a diversificar claramente nuestras capacidades. Para el futuro no deberíamos ya nunca más desechar ningún posible escenario de actuación y mucho menos aquellos en los que ya hemos actuado. Y deberemos recordar por siempre que lo más probable será que tengamos que hacer frente a operaciones muy diversas que se nos presentaran enredadas simultáneamente en un mismo conflicto, de alta y baja intensidad, de reconstrucción y contrainsurgentes, humanitarias y de lucha contra terrorista ; y es que, con casi toda seguridad, nuestra actuación en el futuro tendrá que estar preparada para llevar a cabo operaciones de cinco bloques… y aún más.