MRAP ¡YA!...y van dos.

Mientras la Ministra de Defensa declara “Soy pacifista” y posa para “Yo Dona”, los nuestros se las juegan en muchos lugares del mundo en guerras híbridas que ya son. Así ha sido antes de ella, y así será después, que no lo dude. Porque los nuestros van donde se les manda, con razón o sin ella, y sin portadas ni taquígráfos.

Yo no dudo que su imagen pública mejora haciendo estas cosas. Ni que seguro que ganará puntos de valoración en el próximo barómetro del CIS. Desde luego lo que sí se está ganando es el corazón y la mente de sus subordinados. Está dando una imagen muy próxima a ellos. ¡De cojones!

Parece ser que a ella la guerra le produce buenismo, compasión y eso. Porque han de saber que fue observadora de la OSCE en Bosnia y aquello le reafirmó en su pacifismo. Pues en algo de eso tiene cierta razón. A todo el que ve o sufre una guerra le marca lo que allí ve.

Pero que no dude la señora que muchos de los que manda han visto -y ven- más miserias de guerra que las que ella pueda si quiera imaginarse en tres vidas que tuviera. Pero ahí siguen, unos por principios, otros por amor ciego y otros por comer, pero todos ellos vuelven una y otra vez a los intersticios del planeta para que a los suyos nunca les pase lo que ellos ya han visto que ocurre en una guerra.

Y también debiera saber la ministra que cuando uno se mete en una guerra hasta las orejas -no de japoneseo*- el primer sentimiento no es la compasión ni el espíritu da ayuda ni el buenismo. Hay tres sentimientos básicos antes de llegar a ese. El primero es el miedo, el frío miedo que a uno le recorre el espinazo imaginando que eso que está viendo le podría pasar a los tuyos. Este miedo se te clava profundo, y aunque aparece muy de vez en cuando, siempre está ahí de por vida.

El segundo es la alegría; la alegría aparece por un momento al tener la certeza de que tus seres queridos no tengan que ver lo que tú estas viendo.

El tercero es la rabia, cuando ya sabes que los tuyos están muy lejos y que nada puede pasarles, te invade una profunda rabia contra las chusmas gobernantes que desde sus cómodos despachos deciden arriesgar y acabar con la vida de inocentes y jóvenes para satisfacer incomprensibles y sucios intereses.

Y por último, cuando ya ha pasado lo anterior, entonces te das cuenta que hay que mojarse y que de nada vale pensar en todo lo anterior. Eres tú, tus compañeros y las personas que te rodean, en ese momento y en ese lugar, nada más. Ni la paz, ni la democracia, ni las ministras, ni los valores, ni nada de nada. Sólo tú y ellos.

Pues para que los nuestros, que por buenismo, incompetencia y complejos bachilleres de muchos se encuentran en situaciones más peligrosas de lo que debieran, puedan estar al menos algo más protegidos mientras cumplen con lo que se les manda, vuelvo a solicitar, de buen modo y van dos, que se aclare y decida inmediatamente la adquisición de los MRAPs de pelotón. Sin más dilaciones. Sin excusas. Sin poses de revista de moda.

Como lo hizo Idoia con 23 años, que dejó su vida en Afganistán sin pedir ni rehusar, sin portadas, sin resaltar su feminidad y sin poder haber sido madre. Porque ésta, querida señora, ésta es la verdadera igualdad, la que produce el valor, el compañerismo y la valentía individual. Sin distinción ni cuotas de sexos. Sólo la valía y el compromiso individual cara a la muerte.

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*Japoneseo: Dícese entre los militares de la actividad que realizan aquellos que van de visita a las zonas de operaciones por unas horas o días, armados normalmente con cámaras y botas Coronel Tapioca, para hacerse y hacer fotos de su estancia.