La RDC -el antiguo Congo belga que fue, en sentido estrictamente literal, un coto privado de caza del Leopoldo II, Rey de Bélgica, hasta bien entrado el siglo XX donde parece ser que no sólo se cazaban animales- tiene una innegable importancia geoestratégica. Su frontera con 10 naciones es, como suele ocurrir con muchas fronteras derivadas de los procesos de descolonización, totalmente artificial y genera una tensión étnica de difícil solución y que constituye el caldo de cultivo ideal para la generación de conflictos y guerras.
Pero si los conflictos étnicos pueden considerarse como al causa fundamental de la inestabilidad de la zona hay una serie de catalizadores que amplifican los resultados de esta conflictividad. El principal de estos catalizadores es la gran riqueza mineral en la zona oriental del Congo fundamentada en el coltan (RDC posee las mayores reservas mundiales), los diamantes, el uranio y el oro.
Precisamente fue en la primera guerra del Congo cuando las tropas de Ruanda y Uganda se quedaron en la fronteriza con Ruanda zona de Kivu para hacerse con el control de estas reservas minerales; y precisamente fue la negativa a abandonar la zona, lo que desembocó en la segunda guerra del Congo (la denominada Guerra Mundial Africana).
Y desde luego no es por casualidad que la rebelión del General NKunda se haya producido en la misma zona, donde el coltan se puede extraer en minas a cielo abierto y donde la pureza del denominado “oro gris” es enorme. Por supuesto, cada vez que la zona cambia de manos se producen contratos millonarios con las multinacionales occidentales que se dedican a la explotación de estas riquezas.
La explotación medieval del coltan, y de las otras riquezas minerales, además de acelerar la codicia de todos, representa un grave riesgo para la naturaleza y el medio ambiente, lo que resulta ser un problema añadido al conflicto pues genera daños irreparables a las tierras cultivables y los cursos de agua, amplificando la catástrofe humanitaria. Todas estas causas han promovido grandes movimientos de grupos étnicos que han huido de las matanzas de las etnias rivales, siempre ávidas de obtener los recursos ajenos para poder dominar la zona.
Si a esto le unimos un estado fallido por completo -debido a un proceso descolonizador criminal (en 1960 el Congo Belga contaba con 17 licenciados entre 14 millones de habitantes, de los cuales ninguno era médico, abogado o ingeniero) - que no es capaz de controlar más allá de la capital y parte de la zona oeste del país, sin sanidad, sin educación, sin carreteras, sin justicia, y sin una clase dirigente que pueda hacerse cargo de la situación, es evidente que el conjunto del panorama sea caótico.
Este 23 de enero se ha firmado un nuevo acuerdo de paz entre el General Knunda y el gobierno de Kabila. A esperas del resultado que produzcan, hay que tener en cuenta que el General Knunda ya ha incumplido los acuerdos de paz de Enero de 2007 y que mientras dure el apoyo, más o menos declarado, de Ruanda y de Uganda a los movimientos del General disidente, la tensión seguirá en aumento, puesto que probablemente Knunda no esté dispuesto a perder el control del territorio y por tanto los pingues beneficios de la exportación minera a occidente (principalmente EEUU).
En cualquier caso el único factor de estabilidad por el que se puede apostar en la zona es la posible permanencia en el poder del presidente electo Kabila. Sin tener en cuenta los puntos de su programa de gobierno, ni las promesas realizadas durante su discurso electoral y referentes a gobernar de forma limpia y tratando de aprovechar las riquezas del país para mejorar este y no para su propio enriquecimiento, lo cierto es que es el primer dirigente democrático de la RDC desde hace más de 40 años. Si Kabila fracasa, volverá inevitablemente la guerra civil envenenada por los vecinos orientales, los sucios intereses de las multinacionales occidentales y una ya larga lista de matanzas étnicas endémicas.
Algunos, como casi siempre en España, ven a corto.
La delgada línea roja, la de los Tercios de Flandes e Italia.
ResponderEliminarUn abrazo