Blog de seguridad y defensa

domingo, 3 de agosto de 2008

Mirar a poniente.


Los dos nos quedamos parados frente a la pequeña placa que hay colocada en la rotonda que da paso al faro. Las letras ya casi ni se pueden leer, son un fragmento de Pérez Galdós acerca de la batalla, algo así como cuándo se darán cuenta los hombres de estas naciones que tarde o temprano deberán vivir juntos y dejarán de guerrear.

Eso es todo. Es lo que queda como recuerdo de aquella batalla. Una batalla en la que murieron 4000 hombres, muchos de los cuales estuvieron llegando ya cadáveres a la playa durante días. A esa misma playa en la que ahora nos sentábamos mirando a poniente buscando un lugar que estuviese aproximadamente a 8 millas de la costa.

-Allí sucedió todo- nos dijimos. Allí ocurrió uno de los peores episodios de nuestra incompetente Historia. Cartuchos de papel, pedían entonces. Lástima que no hubiesen tenido a mano una buena guillotina francesa para picarle el billete a algún incompetente Rey.

Luego, mi amigo y yo, nos tomamos unas cuantas cervezas en el chiringuito de la entrada de la playa mientras veíamos una de las puestas de sol más bonitas que he visto en mi vida. Yo al instante me acordé de que a diario, a la caída del sol, después de arriar bandera, sigue sonando en algunas bases militares el toque de oración. Allá donde estés, debes pararte, mirar a poniente y saludar. Es en recuerdo de los caídos.

Allí, en el Cabo de Trafalgar, poniente es espectacularmente bello. Un precioso lugar para mirar y recordar. Un precioso lugar para morir.

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