Blog de seguridad y defensa

jueves, 28 de junio de 2007

LA SENDA DE LAS PREGUNTAS

He decidido continuar tranquilo por la senda que cogí- a pesar de que a pocos metros del punto por el que me interné en ella sigue el alboroto atronador y desolador- para descubrir pisadas de otros que me precedieron y que anduvieron estos caminos con anterioridad.
Además, mientras camino, con cada paso me alejo más de la autopista por la que llegué donde el gallinero sigue discutiendo sobre estupideces de grueso calibre, debatiéndolas con mucha seriedad constructiva y siempre con el concurso natural de los malintencionados y de los tontos, que nunca pierden la posibilidad de predicar en un púlpito aún sin conocer la homilía.
Y este sendero me ha de llevar a responder a las preguntas cruciales sobre la lucha que hemos emprendido sin saber: ¿qué estamos luchando?, ¿contra quién?, ¿cómo lucha?, y ¿cómo deberíamos luchar nosotros?


A la primera pregunta que planteaba, ¿qué estamos luchando?, respondo que tenemos que concienciarnos y explicar a nuestras sociedades que existe una grave amenaza, el extremismo islámico yihadista, que viene a por nosotros y a por nuestros similares -a pesar de que pensemos no haberles hecho nada- y esto va a requerir de una estrategia global de seguridad –compartida con nuestros aliados- en la que tendremos que hacer, participar, contener, sofocar y permitir guerras o conflictos limitados en tiempo y espacio, que complementaran otras muchas acciones simultaneas de diversa índole –diplomáticas, de cooperación, económicas, sociales, y religiosas- y que obligará a invertir muchos recursos humanos y económicos y a empeñar a nuestros Ejércitos en diversas operaciones bélicas y no bélicas en el tablero donde se desarrollen las partidas.
Una vez planteado esto, nuestra sociedad debe decidir. Y las primeras decisiones son conceptuales: ¿creemos que existe esta amenaza? Y si lo creemos, ¿tenemos la decisión de combatirla?
Si la respuesta a alguna de las dos es no, ya no hay más que decir. Habrá que esperar y seguir poniendo paños calientes aquí y allá, sin criterio, y esperar cruzando los dedos para que no llegue un día en el que la presión de los atentados en nuestro territorio sea insoportable, o que alguna fuerza militar de las que tengamos por el mundo sufra un ataque brutal, directo y masivo y tengamos que extraerla o que el régimen marroquí caiga y los islamistas ataquen a nuestros ciudadanos en Ceuta o Melilla.
Si la respuesta a ambas es sí-o no sabe/no contesta-, habrá que diseñar y proponer una estrategia racional para emprender la lucha al lado de nuestros aliados –EEUU e Israel incluidos- aunque no de la mano de ellos-ya he dicho que no comparto la "guerra global contra el terror"- con una percepción clara e independiente de que es lo que mejor sirve a nuestra propia lucha y con plazos de tiempo que no casen con mandatos electorales.
En esta segunda opción planteo mi camino, intentar escudriñar soluciones válidas a las ecuaciones planteadas sin olvidar ninguna variable, pero sin deformar las respuestas para complacer los oídos de nadie.

1 comentario:

  1. La guerra contra el terrorismo afecta al sistema de libertades y garantías. La guerra contra el terrorismo no puede aparecer o siquiera ser percibida como una guerra contra los árabes o contra el Islam. No se puede pensar tampoco que resolviendo los problemas de desigualdad y el conflicto árabe-israelí (como motivos de reivindicación de los terroristas) hará que se cierren las fuentes que alimentan de odio e irritación al islamismo. El camino de la concordia religiosa no es garantía, ni mucho menos, de la convivencia civil, que a la postre es lo que verdaderamente interesa a todos.
    Una convivencia con el Islam es, quizás, posible, dependiendo siempre de las proporciones en que ésta se produzca, pero una alianza es probablemente imposible. No todas las civilizaciones son igualmente valiosas. Y debemos tener claro que la occidental es menos injusta que las demás. Aunque haya permitido el genocidio de judíos, la inquisición y otras barbaridades, otras han admitido, o lo que es peor, aún en el siglo XXI admiten, el canibalismo, la esclavitud o la inferioridad de la mujer. No debemos abandonar las señas de identidad de Occidente, filosofía griega, derecho romano, religión cristiana y ciencia moderna. Éstas son garantías de ofrecer signos de alta calidad humana. Aquí la gente come, vota y vive a medias en paz (si así lo quiere) con Dios y con los hombres.

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