Blog de seguridad y defensa

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Kosovo, cuestión de coherencia.


“En
el siglo XXI, en el continente europeo habrá sólo siete
países, uno llamado Europa y las seis repúblicas yugoslavas”

Revista
Foreign Affairs. 1990.
Antes del comienzo de todo.

Serbia convoca a elecciones para el 20 de enero. El actual presidente del país, Boris Tadic, y el ultranacionalista Tomislav Nikolic son los favoritos, según las encuestas.

Y después de la segunda vuelta allá por febrero -para no dar alas a Nikolic en las urnas- el "aterrizaje suave" de la independencia kosovar se verá apoyado por una misión dela UE que sustituya a UNMIK en la administración de Kosovo.

Independencia o no declarada -que será que sí antes de mayo- la UE jugará la carta de establecer un protectorado para unir en el futuro a Kosovo y a Serbia en la gran casa común europea. El viernes cumbre europea para acordar la posición común con estos mimbres.

Y eso es todo amigos. La enésima guerra de los Balcanes empezó en Kosovo en 1989 cuando Milosevic anunció en el campo de los Mirlos (Kosovo Polje) la suspensión de la autonomía kosovar y de la rotación en la presidencia yugoslava, y acabará en Kosovo con el retroceso serbio a las fronteras que en 1912 cruzó para conquistar la nunca existente "Gran Serbia". Porque, propaganda nacionalista de un lado y el otro aparte, Serbia perdió su derecho sobre Kosovo en 1389 (en la batalla del campo de los Mirlos) e intentó recuperarlo más de 500 años después.

Así es la historia, los que ganan las guerras dibujan los mapas de las naciones, El Turco se lo hizo a Serbia en el siglo XIV, Serbia lo hizo frente al imperio otomano a principios del siglo XX y el nuevo imperio americano se lo va a hacer a ella a principios del siglo XXI.

Sé que a muchos se les vienen horizontes negros a la cabeza cuando oyen hablar de la independencia kosovar, yo sin embargo creo que es el único modo de deshacer el nudo gordiano que tejimos allí en 1999. Creo que no sería lógico por nuestra parte haber parado la salvajada que cometía Serbia, dirigida por Milosevic pero jaleada por la afición contra sus propios habitantes -tampoco hay que olvidarlo- y pensar que aquello no iba a tener serias repercusiones. No debería nadie olvidar que bombardeamos un país soberano
para que abandonase literalmente parte de su territorio nacional al que luego le hemos prohibido regresar. Hemos apoyado unas instituciones que no tienen relación alguna con el estado central, sus fuerzas policiales -paramilitares- son autónomas y no responden al sistema judicial serbio y su frontera está vetada y vigilada para los ciudadanos normales. Y ¿qué esperabamos lograr?

Ya hable sobre nuestra candidez
en este asunto en: "De vehículos de patatas y estados nonatos fallidos". Me reafirmo en lo dicho.

Resulta que decidimos obligar
a un país soberano a retirarse de parte de su territorio nacional mediante una campaña de bombardeos aéreos que le
produjo ingentes daños humanos, materiales y económicos –en la que participaron nuestros cazabombarderos F-18- con el único fin –no poco importante- de parar la represión brutal que la RFY realizaba sobre sus propios ciudadanos. ¿Y luego qué? ¿Nadie en el Consejo del Atlántico Norte estudió los efectos de realizar tal acción? Estoy seguro que sí.

Estoy seguro que alguien en Bruselas pensó que aquellos bombardeos tendrían como efecto inmediato que se aceleraría –como
se aceleró- la represión serbia sobre los albanokosovares -al amparo del abandono de todos los observadores internacionales que durante años estuvieron allí desplegados- para intentar ganar rápidamente terreno antes de la inevitable intervención internacional.

Estoy seguro que alguien pensó que
al obligar a todas la fuerzas de seguridad de la RFY a abandonar Kosovo se produciría –como se produjo- una campaña de venganza en la que esta vez serían los serbios locales los que morirían.

Estoy seguro que alguien pensó que después
de los bombardeos y la ocupación de Kosovo el régimen de Milosevic se colapsaría –como se colapsó- dando paso a gobiernos reformadores apoyados mayoritariamente por el hartazgo de una población asqueada.

Pero también estoy seguro que algui
en pensó que, ocurrido todo lo anterior, y quedando Kosovo en manos de líderes exclusivamente albanokosovares –algunos del UCK-, sin fuerzas de seguridad serbias ocupando el territorio y con un porcentaje de población albanesa del 91%, la única salida posible sería la independencia.

Y si no fue así, ¡que Dios nos pille confesados
!, ¿en manos de quién estamos? ¿Quién cree que puede utilizar sus ejércitos sin tener previamente objetivos políticos precisos?

El Campo de los Mirlos hoy. El fin del reino serbio en 1389 y el fin de Yugoslavia en 1989.

Respecto al estatus definitivo de Kosovo creo que –una vez disculpada la candidez de alguno al calor de la intervención humanitaria urgente- es hora de apechugar con lo que hicimos y apoyar a nuestros socios, UE y EEUU, en la solución que se adopte finalmente a la empresa que nosotros mismos emprendimos, con o sin conocimiento de causa.


Y lo de los independentismos europeos habrá que evitar relacionarlo
con este asunto porque -por mucho que el Sr. Putin nos mente a los peores fantasmas de nuestras pesadillas- al apoyar la independencia de Kosovo no se abre la puerta a nadie para nada que no lleve muchos años ya abierto. Dudo mucho que ninguno de los independentismos que tenemos en España –ni siquiera el sanguinario- quiera andar el camino que anduvo Kosovo o Bosnia desde 1990, camino que les condujo a ser el territorio más pobre de Europa, destrozado moral y económicamente, tutelado por la OTAN y estados fallidos antes de ni siquiera nacer. Su hoja de ruta es muy distinta. Y aunque así fuera, no deberíamos ser nosotros los que lo mentásemos. Quizás debería ser asunto de nuestra reserva mental.

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