Tras muchos años de lucha incansable de unas honradas familias, y tras reconocer el Estado su responsabilidad en las muertes del Yak-42, por fin ayer los familiares de los que allí murieron tuvieron el justo reconocimiento público que merecían. Unas familias ejemplares que jamás cejaron en su empeño de que se conociese la verdad, a pesar del manto de plomo que algunos intentaron echar sobre aquella felonía. Espero que, al menos, el acto de ayer les proporcione cierta tranquilidad, la tranquilidad de que sus compañeros reconocemos que no nos comportamos a la altura de las circunstancias.
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