Me imagino que la crisis económica está forzando a muchos a subir al puente de mando y agarrar timidamente el timón ante los rumores entre la tripulación de "motí...motín". Puede parecer mentira pero es así; con gran desfachatez de repente nos anuncian muy solemnes
los patricios del partido que se ponen al mando sin que nadie entre ellos se pregunte qué habían hecho hasta ahora, sin que nadie les exija responsabilidades por cinco años perdidos en los brazos del hedonismo, del culto a la imagen, de poses de salón y borrachos todos en los vapores de la orgía de adulamiento del césar todopoderoso.
Hay y habrá siempre excepciones. Pero desde luego esas excepciones no llegarán a tener sitio en los
triclinum más próximos al césar. Como mucho se les permitirá mirar y, de vez en cuando, opinar siempre que con ello no osen ofender los oídos del
Princeps Iuventutis o de unos de sus protegid@s. Si así no lo hacen, no deben dudar que serán trasladados a alguna lejana provincia romana de segunda -en lo físico o en lo mental- donde la tranquilidad y la rutina serenará sus ánimos.
Coincido hoy con
La Harka en que los militares deben tener valor para decirse las verdades -correctas o no- a la cara para de ese modo poder decírselas con lealtad y rigor al resto de servidores públicos y a los decisores políticos -si es que se han levantado del triclinum- a ser posible en privado. Pero señalo aún más críticamente que son los decisores políticos y su sistema clientelar de partido los que han contaminado definitivamente a toda la administración del estado, y por tanto a sus FAS, con este sistema de adoración conformista y sumisa en los que los servidores públicos son incentivados en justa proporción a su ciega sumisión a los criterios del que le manda y donde se confunde continuamente Estado con partido -como también se señala en La Harka-.
Ahora bien, lo que se pide para los militares, que tengan valor y empiecen a decir su verdad tranquila y claramente, es igualmente exigible a los miembros de los partidos políticos. No se puede esperar que sean los militares los que inicien una reforma en la política de defensa pues no es a ellos a los que corresponde y mucho menos una reforma de la forma de gobierno del estado. Eso, como
señalaba acertamente el TCol Yingling ante el selecto auditorio de la escuela de estado mayor del ejército de EEUU, no es posible:
"...the institutional military has proven incapable of internal reform on the scale necessary to provide for our security. If change comes, it must come through political intervention from the outside in and innovation from the bottom up. The post-911 generation is the most reliable source of that bottom up innovation, if only we will listen to their experiences and invest in their education. " [...la institución militar se ha revelado incapaz de realizar la reforma interna necesaria que requiere nuestra seguridad. Si llega el cambio, deberá llegar a través de la intervención política externa y de la innovación de abajo a arriba. La generación post 11-S es la fuente más fiable para era innovación desde la base, sólo tenemos que escuchar su experiencia e invertir en su formación].
El TCol Yingling -estando en activo y teniendo una prometedora carrera por delante- se atrevió a publicar en el Armed Forces Journal el ya legendario "
A failure in generalship" (Un fallo en el generalato) afirmando basicamente que por segunda vez en una generación los EEUU podían afrontar una derrota militar (Vietnam e Irak) ante un enemigo irregular. Y que esta circunstancia era debida principalmente al fracaso colectivo del cuerpo de generales de los EEUU, los cuales habían fallado en su máxima y casi única responsabilidad: asesorar correctamente al nivel político en el uso de la fuerza y tener a sus FAS preparadas para las guerras que su país iba a afrontar.
Como corolario del artículo se extraían tres afirmaciones: que los generales tienen el compromiso con la sociedad y con las FAS de administrar correctamente el esfuerzo que los ciudadanos invierten en la defensa proporcionando asesoramiento preciso sobre lo que se necesita, para qué se necesita y cómo y dónde usarlo, que los generales estadounidenses habían fracasado en este asunto tanto en Vietnam como en Irak y, finalmente, que remediar este fallo colectivo de los generales de los EEUU sólo se conseguiría con la intervención política directa del Congreso .
Esto evidentemente no gustó mucho a sus generales y Yingling , a pesar de seguir mandando en la actualidad un grupo en Irak, ha sido postergado en el escalafón. Pero dicho esto también hay que decir que se ha convertido en portavoz de una generación de oficiales que desde abajo a arriba están haciendo palanca para remover el poderoso establisment militar que dominaba y atenazaba a las FAS de EEUU mientras, eso sí,
un hombre de estado -sin apenas ya intereses personales ni de partido- ha hecho desde el nivel político suya la tarea que Yingling reclamaba y ha puesto patas arriba el Departamento de Defensa a la par que enderezaba la guerra de Irak,
salvaba la vida de cientos de hombres y se ha puesto por meta ahora el intentar sacarnos a todos de la trampa afgana en la que solitos nos hemos metido.
Sea como sea, los dirigentes políticos han seleccionado -aquí, en EEUU y en UK- a generales que le son dóciles, conformistas y sumisos porque así entienden toda la maquinaria del estado. Y estos generales, impulsados por su natura, eligen entre sus subordinados a aquellos militares que son parecidos a ellos pues valoran como positiva la conformidad, la eficacia mecánica y la falta de iniciativa propia; cualidades que a esos mismos generales les han llevado hasta su ansiado generalato. Este proceso enfermizo acaba invadiendo la institución entera y la enfermedad es ya incurable desde el interior del organismo; sólo ya un tratamiento externo antibiótico de choque puede revertir la infección.
Llegado a este punto algún avezado lector se preguntará si es necesario/conveniente curar al enfermo o, muy al contrario, lo mejor es dejar al enfermo en cama, incapacitado, sumiso y dependiente. Terrible pregunta que tendrá seguro diversas respuestas. Y muchas -aunque alguno no lo crea- serán partidarias -en muchos niveles aquí en España- de dejar al enfermo como está, de no tensar el arco, de mantener al ganado estabulado. Y lo cierto es que optando por mantener al enfermo en tiempo de paz no pasa nada más que se dilapiden unos cuantos miles de millones de euros anuales -9000 o más en bonanza y 7000 o menos en crisis- en morfinas que le adormezcan y que de paso generen un gran mercado de venta de narcóticos nacional con el que además se puedam captar algunos votos también convenientemente estabulados.
Pero el problema llega cuando estos estados clientelares se enfrentan a una guerra -o a una crisis-. Cuando todos esos políticos, generales y oficiales estabulados en la comfotable seguridad de la institución o del partido son liberados a los peligrosos pastos en los que tienen que buscar con iniciativa el alimento y no saben como hacerlo porque ellos sólo conocen -eso sí más que nadie- buscar el pienso en el
morral (segunda acepción), es cuando de repente estalla el problema. Lo refleja perfectamente en su conferencia Yingling citando al Archiduque Alberto que a finales del siglo XIX afirmó:
"There are plenty of small-minded men who, in time of peace, excel in detail, are inexorable in matters of equipment and drill, and perpetually interfere with the work of their subordinates.
They thus acquire an unmerited reputation, and render the service a burden, but they above all do mischief in preventing development of individuality, and in retarding the advancement of independent and capable spirits.
When war arises the small minds, worn out by attention to trifles, are incapable of effort, and fail miserably. So goes the world. "
Como ven el asunto no es nuevo, ni es exclusivo de esta querida España; hoy Defence of the Realm también toca el tema en "
Sacred cows to the abattoir" sobre el Reino Unido. Desgraciadamente es tan viejo como la civilización. Lo sorprendente es que cada tres o cuatro generaciones -a veces varias veces en una sola- tengamos que aprenderlo a golpes porque no somos capaces de extraer conclusiones y enseñanzas de los que
nos ocurrió y de
lo que ocurre a nuestro alrededor.
Decía Ortega en 1922 que
"El pueblo que no se siente ante sí mismo deshonrado por la incompetencia de su organismo guerrero es que se halla profundamente enfermo e incapaz de agarrarse al planeta" . Yo ya no sé si es verdad. Hasta de Ortega dudo.