Blog de seguridad y defensa

sábado, 22 de marzo de 2025

España y el rearme europeo.


"No podemos arriesgarnos a improvisaciones de emergencia para la defensa nacional. Hemos sido compelidos a crear una industria de armas permanente de vastas proporciones" Dwight D. Eisenhower en su despedida como Presidente de EEUU.

Uno de los objetivos fundamentales del agresivo discurso de Trump contra Europa es que los europeos nos tomemos en serio la necesidad de invertir en defensa. Lo dijo primero Obama, lo dijo él en su primera legislatura, lo dijo Biden y, por fin, agotada la paciencia, el propio Trump ha entendido que sólo bajo seria amenaza seremos capaces de ponernos manos a la obra. 

Pues bien, tras años de buenos modos y compromisos incumplidos, se acabaron las tonterías, amenazas mediante, ¡voila!, objetivo uno conseguido. En el objetivo número dos, las balanzas comerciales, tiene menos margen, pero ya veremos.

Hasta nuestro descreído presidente, que se había cachondeado del asunto diciendo que ya, si eso, para 2029 cuando gobierne Rita, está ahora dispuesto ahora al plan de rearme, o como él quiera llamarlo, que algún eufemismo cursi encontrará. Yo le propongo plan para la seguridad del bienestar y la paz social. Y que conste que el desarme español, no empezó con este gobierno. A Rajoy también la cosa le producía urticaria.

En todo caso, ya dije en mi anterior entrada que EEUU ni puede ni quiere desentenderse de Europa, seremos imprescindibles para ellos en su creciente pugna con China por la hegemonía mundial que ya está en marcha y ellos lo saben. No le van a sobrar socios y aliados en esta lucha.   

Por otro lado, la Rusia de Putin ya no se va a fiar más del siempre oscilante occidente. Sus socios preferentes son los iraníes, los norcoreanos, los chinos y cualquier otra autocracia que le asegure una relación estable en régimen de igualdad. Las naciones democráticas son volubles, cada gobierno cambia el rumbo y establece muchas veces otras prioridades, y eso él no lo aguanta. No son fiables. En cambio, las autocracias...esas si tienen rumbo y sentido de propósito estratégico. Trump sólo estará 4 años, ya menos, y nadie sabe lo que vendrá después. Cuatro años es un suspiro en la agenda eterna de Putin. No le vale. 

No obstante, y circunstancialmente, cualquier tonto útil a lo Trump, Orban, Canel o Maduro, que le baile el agua y le haga concesiones, le viene bien para dividir y ganar influencia; sabiendo que un mundo dividido es la mejor baza para que la Rusia imperial que sueña con recuperar  pueda imponer su voluntad allá donde sus verdaderos intereses están en juego. Pero, tarde o temprano, el choque ruso con EEUU será inevitable. Los socios de Putin son enemigos abiertos de EEUU y el conflicto de intereses estratégicos emergerá. Putin lo da por descontado pero, mientras, bienvenidos sean los vaivenes, el desconcierto y las desuniones. Cuanto peor, mejor para él.

Trump está contribuyendo a esta desorientación estratégica en la que ha caído la civilización occidental (Canadá, UK, Australia y parte de Hispanoamérica también la sufren) y Europa, asustada, ha entrado en pánico. El rearme europeo será solo una de las consecuencias. Y en este rearme, lo llamé como lo llame, nuestro presidente, España estará sí o sí. 

Y no lo digo con regocijo, desgraciadamente la histeria colectiva, avivada por la industria y los altos mandos militares, va ya en la dirección equivocada fruto de una falta de un verdadero análisis profundo de las carencias de nuestra defensa y de nuestros intereses estratégicos fundamentales. Los grandes programas de armamento se comerán las inversiones y la defensa y seguridad de España, después de dilapidar miles de millones no mejorará mucho. Muchos sistemas de armas...con pies de barro.

Y es que la mejora de la defensa en España tiene tres asignaturas pendientes que son más acuciantes que los grandes programas armamentísticos, y estas tres carencias básicas están estrechamente relacionadas con el personal de las FAS, a saber: los raquíticos salarios militares que estrangulan la motivación, permanencia y el compromiso del personal a largo plazo; el obsoleto equipamiento del combatiente al pie que desprotege al pilar básico de la defensa y, finalmente, las paupérrimas infraestructuras en las que viven y trabajan nuestros militares que impiden una vida y un trabajo digno. Estos asuntos, que de afrontarse con seriedad reforzarían sustancialmente desde la base nuestra capacidad de defensa, son prioritarios. Sin ellos, ningún carro ni ninguna fragata valdrán de mucho. La base de todos ellos se desmorona.

Me temo -no temo, estoy seguro- que nuestros altos mandos lo único que ven como urgente es la oportunidad de adquirir y comprar más y más sistemas de armas, cuanto antes mejor, no vaya a ser que la fiesta se acabe y que otro ejército se haya llevado más dinero que el mío. Probablemente la ya tradicional, pero ahora creciente y acelerada, incorporación de generales y almirantes a las empresas armamentísticas tiene desgraciadamente mucho que ver con el asunto.

Los peligros del rearme rápido, bajo un cierto histerismo colectivo, ya son bien conocidos y han sido advertidos muchas veces en la historia. El complejo industrial militar es un monstruo ávido de recursos públicos que genera espirales muy peligrosas.

Además convendría que se explicase a los ciudadanos cómo, cuando y contra quién se prevé usar todos estos nuevos grandes sistemas de armas. Si es contra Rusia, es simplemente mentira. Ni nosotros ni ninguna nación europea disparará jamás a un tanque, buque o avión ruso. Ni siquiera Francia o UK. El riesgo de escalada y represalia nuclear lo hace inviable. 

Si, por el contrario, es un rearme contra Marruecos y los riesgos del sur profundo, aprovechando las circunstancias, también convendría decirlo claramente; no vaya a ser que estemos equivocando las inversiones.


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