Blog de seguridad y defensa

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Entre el valor y la deshonra



 
“Sabemos lo que somos, pero no en lo que podemos convertirnos.”

William Shakespeare
Ya han transcurrido dos años desde que el 01 de junio de 2012 el gobierno de España concedió la Cruz Laureada de San Fernando al Regimiento Cazadores de Alcántara nº 14 por su participación en las operaciones de julio de 1921, un tiempo prudencial para reflexionar con honestidad sobre este singular hecho sin interferir con las conmemoraciones y homenajes debidos que durante estos dos años se han prodigado merecidamente. Y deberíamos reflexionar sobre este asunto porque conceder una Laureada noventa y un años después del hecho de armas que lo motivó es un acontecimiento realmente insólito, singular y significativo, que no hace más que subrayar la excepcionalidad en la que aquella actuación heroica del Alcántara se circunscribió: el desastre de Annual.
 
Porque la Laureada concedida al Alcántara y el lúgubre desastre de Annual -con las consecuencias que tuvo en el Ejército, la sociedad y, definitivamente, en la historia española del siglo XX- son dos caras inseparables de una terrible misma moneda. La feliz noticia de la Laureada no puede escamotear a los que hoy conformamos el Ejército el terrible fracaso moral generalizado en el que se circunscribieron los hechos del Alcántara, dotándolos, aún si cabe, de mayor valor e importancia; pero no sería justo -ni aconsejable- pensar que podemos pasar ya la página de los gravísimos hechos ocurridos en las filas del Ejército español durante aquella campaña.
 
Algunas palabras posteriores al desastre, como las de un destacado diputado de la época que afirmó: “estamos en el periodo más agudo de la decadencia española. La campaña de África es el fracaso total, absoluto, sin atenuantes, del Ejército español[1], así como las de un insigne y experimentado general que acusó por carta pública a sus compañeros de armas “junteros” del fracaso: “Acabamos de ocupar Zeluán, donde he enterrado 500 cadáveres de oficiales y soldados… El no tener el país unos millares de soldados organizados les hizo sucumbir. Ante estos cuadros de horror, no puedo menos de enviar a ustedes mis más duras censuras. Creo a ustedes los primeros responsables, al ocuparse sólo de cominerías, de desprestigiar al mando y alcanzar en los presupuestos aumentos de plantilla, sin ocuparse del material -que aún no tenemos- ni de aumentar la eficacia de las unidades. Han vivido ustedes gracias a la cobardía de ciertas clases que jamás compartí. Que la Historia y los deudos de estos mártires hagan con ustedes la justicia que se merecen.”[2], son sólo un par de muestras de la profunda fractura que produjo en la sociedad y el Ejército aquel maldito verano de 1921.
Era de justicia recordar y premiar a los héroes del Alcántara, y así por fin ha ocurrido, pero aun así surgen muchas preguntas claves que gravitan en el aire y que merecen una sincera respuesta: ¿qué terribles miedos y silencios propiciaron que este expediente se guárdese en un cajón durante regímenes políticos tan diversos como el reinado de Alfonso XIII, la II República, la dictadura y los diversos gobiernos democráticos? ¿Por qué los militares nos ocultamos a nosotros mismos aquel episodio durante tantos años? ¿Qué impulsó a unos pocos hombres a realizar aquellos  terribles sacrificios a pesar de la deshonra que les rodeaba? ¿Qué hubo distinto en aquellas unidades que en medio del pánico y la desmoralización generalizada plantaron cara a la muerte de manera plenamente consciente y sostenida? Y en definitiva, ¿por qué y cómo se levantó la delgada línea roja que separó el valor de unos pocos, frente a la deshonra de muchos?

La educación en el valor
“La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía”.
Aristóteles

El desastre de Annual no fue ni un hecho puntual ni sorpresivo. La situación en la que se encontraba el Ejército en aquellos años había ya sido diagnosticada desde diversos ámbitos con anterioridad al desastre.
El General Fanjul, a la sazón diputado conservador, ya había lanzado una grave acusación a los entonces diputados -allá por 1919- premonitoria de lo que se avecinaba: «En Marruecos vendrá una catástrofe, y es necesario abrir una cuenta para saber a quién corresponden las responsabilidades, porque llegado el momento del desastre todas caerán sobre un ejército que no tiene las condiciones necesarias para actuar allí, y, entonces, vosotros, hombres públicos, que sois verdaderamente responsables de la política marroquí, encogeréis vuestros hombros y dejaréis caer las responsabilidades en los hombres que visten el uniforme militar» [3].


Pero las palabras más terriblemente aterradoras sobre la situación anterior a la caída de Annual las pronunciaría el 23 de abril de 1921 el segundo jefe de aquel regimiento que ahora ha recibido la Cruz Laureada de San Fernando, el Oficial que meses después derramaría su sangre y la de sus hombres hasta la extenuación. Según atestiguó el diputado Felipe Crespo de Lara en una intervención ante el Congreso en 1922, el TCol Primo de Rivera manifestó ante varias personas -el General Silvestre estaba también allí-  tres meses antes del desastre: «Que la situación en África, por efecto de la inmoralidad reinante y sobre todo por haberse entregado al juego muchos de los jefes y oficiales allí destinados, tenía que producir y no tardando mucho, una verdadera catástrofe.»[4]. Según afirmó el mismo diputado, entre 1920 y 1921 se habían suicidado 47 jefes y oficiales en África, y 41 habían perdido su carrera por fallos de tribunales de honor, la mayoría de ellos víctimas de su vicio por el juego. A ello se le sumaban 59 jefes y oficiales, de éstos 30 en África, acusados de desfalco y malversación de los fondos económicos que iban dirigidos al frente.

 
Los expedientes abiertos por la justica militar en la época –recopilados en el expediente Picasso- demuestran como  no era infrecuente el robo de enseres y recursos destinados a las unidades en la ciudad de Melilla, donde residían cómodamente muchos coroneles y tenientes coroneles jefes de unidad, quedando sus tropas aisladas, desabastecidas y desguarnecidas al mando de capitanes y oficiales que sí compartían las penalidades de sus hombres; certifican como las unidades tenían muchos sueldos sin cobrar; dan testimonio como los jefes de unidad por encima de comandante -debido a las normas que las juntas de defensa soterradamente habían impuesto- se turnaban en el mando para de ese modo equilibrar las posibilidades de obtener los preciados ascensos por méritos de guerra entre todos ellos, sin preocuparse de las consecuencias que su desmedida ambición personal generaba en las unidades.
En definitiva aquel expediente recopilaba y daba fe de innumerables episodios de inmoralidad, corrupción, ambición y deshonor; palabras todas ellas muy gruesas, que aplicadas y demostradas en un ejército en situación de combate, y referidas a sus oficiales y jefes al mando, se constituyen en pruebas de cargo de varios pecados mortales. No hay probablemente acusaciones más graves para un militar. Quizás solo la cobardía en combate pero, desgraciadamente, tampoco faltaría ésta a su cita con aquel desastre. La pregunta que debería abrasar la mente de cualquiera que se haya acercado a aquellos hechos con cierta profundidad es cómo llegamos a aquella situación.

No es fácil dar explicaciones concluyentes, seguramente las razones son complejas y no sólo atañen a los militares. Muy probablemente la sociedad de la época -y eso es referirse a las élites pues los demás no tenían voz- estaba igual de enferma que su Ejército. Así desde luego lo diagnosticaba Ortega y Gasset tras el desastre: “Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales. Raza que no se siente ante sí misma deshonrada por la incompetencia y desmoralización de su organismo guerrero, es que se halla profundamente enferma e incapaz de agarrarse al planeta[5]. Pero además de que el Ejército de la época pudiese ser en gran medida un fiel reflejo de una sociedad enferma, desde el punto de vista militar tenía que haber algo más. Ellos –los jefes y oficiales del Ejército- habían sido formados en otros valores, y habían jurado dar la vida por unos ideales, sin excepción y sin excusas; cabe entonces preguntarse por qué fallaron tan estrepitosamente.
Quizás palabras como la del Archiduque Alberto de Austria, inspector general del Ejército austrohúngaro,  en las justificaba la urgente necesidad de reforma que emprendió en su ejército a finales del siglo XIX, nos ayuden a entender la dinámica en la que se encontraban los ejércitos europeos de la época: “Hay multitud de militares  de mente estrecha que en tiempo de paz se exceden en los detalles, son inexorables en materias de adiestramiento y equipo, y que perpetuamente interfieren en el trabajo de sus subordinados. Esos hombres adquieren por ello una inmerecida reputación y hacen del servicio una gran carga, pero en la realidad, sobre todo, lo que hacen es impedir el desarrollo del valor individual de sus subordinados y retardar el avance de espíritus valientes e independientes. Cuando surge la guerra, estos hombres de mente estrecha, superados por la excesiva atención a detalles y la escasez de normas y reglas a las que atenerse, son incapaces de realizar los esfuerzos necesarios y fallan miserablemente”[6].

Parece muy posible que el Ejército español estuviese en una dinámica similar a la de sus pares europeos a finales del siglo XIX, o que incluso estuviese quizás aún más castigado que otros, debido al desastre del 98 y la desmoralización nacional colectiva que trajo consigo, además de por la crónica falta de recursos que venía sufriendo desde hacía muchos años; y fue precisamente en esa situación en la que afrontó la progresiva ocupación del protectorado de Marruecos.
Entre 1907 y 1919, y a diferencia del resto de ejércitos y naciones europeas que sufrieron la I Guerra Mundial, nuestro Ejército se quedó muy probablemente estancado en la añoranza, acuartelado entre África y la península,  y desmoralizado a la espera del fin de la contienda mundial, contienda de la que había quedado definitivamente excluido.  Probablemente fue en estas fechas cuando  comenzaron a extenderse aquellos vicios difícilmente corregibles: la proliferación de normas, las luchas profesionales intestinas, las corruptelas, la falta de ejemplaridad y, sobre todo, se comenzó a extender la falta del coraje moral e intelectual necesario para señalar y denunciar lo incorrecto, para exponer ante la superioridad las debilidades, los errores y los problemas por miedo a las consecuencias; en definitiva se extendió la conformidad, la estabulación y la deslealtad como comportamientos generalmente aceptables entre los oficiales para seguir medrando profesionalmente.

«La empresa militar de ocupar la bahía no tiene dificultades de gran monta»[7] fueron las palabras que por carta remitió el General Berenguer –Alto Comisario de Marruecos- al ministro Eza sobre el plan remitido por el General Silvestre en 1920 para la tan deseada ocupación de Alhucemas. Mientras decía esto a su superior jerárquico, le escribía a su subordinado también por carta: “Hemos de prever, dada la gran dificultad que, como sabes, existe, o mejor dicho, la imposibilidad de que nos refuercen en plazo breve con núcleos de tropa, que ese alargamiento de la línea, estirándola por un flanco, nos pueda crear una situación débil en toda ella». Esta gravísima disparidad entre lo que se le decía a la superioridad y la realidad sobre el terreno es un claro ejemplo de la forma de comportarse de la cúpula al mando de las operaciones y se debía con toda seguridad a que el General Berenguer no quería “molestar” a sus superiores con detalles que importunasen los ardorosos deseos de la cúpula militar, y de las altas instituciones del estado, que impulsaban con ahínco la expedición y a su subordinado el General Silvestre.
El viejo Aristóteles nos señala en la cita del inicio de este epígrafe que la valentía se ha de educar, y se debe educar practicándola en el día a día con pequeños actos de valor. Para un militar esto significa que el valor se debe educar en el tiempo de paz pues, llegado el momento del combate, es aleatorio –cuando no difícil- que surja. Es decir, el valor se puede y debe educar en el modo en el que un militar afronta la vida diaria, en pequeños asuntos, tomando decisiones complejas en ambientes inciertos e incómodos, y asumiendo daños o pérdidas personales o profesionales como consecuencia de aquellas; también probablemente confiando asuntos y decisiones valiosas a subordinados y compañeros, poniendo en sus manos nuestras vidas y permitiendo así crear lazos de confianza mutua que son difícilmente disolubles. Y es así que el valor nace en tiempo de paz, seguramente, de una diaria batalla mental entre lo cómodo, conveniente y beneficioso para uno mismo y su carrera, y lo honorable y leal, a veces incómodo y peligroso, que muchas veces puede perjudicar a nuestros intereses personales. 

Y es que nadie que no sea capaz de acometer el miedo y el desgate moral que produce defender ideas distintas a las institucionalmente establecidas, y debatir honestamente con los que uno considera los suyos, señalando los posibles errores con prudencia y lealtad, será capaz jamás de afrontar otros riesgos. Es más, el carecer de leal espíritu crítico y de una abierta capacidad de análisis, así como la falta de valor para presentar informes u opiniones incómodas para el mando, produce un serio desarme moral e intelectual que, al perpetuarse, incapacita a la institución y/o sociedad que lo practica.
 
Aquella batalla entre lo incómodo y lo conveniente para sí mismo que sin duda se planteó en la mente del General Berenguer al saber que sus superiores esperaban de él determinadas palabras que no eran ciertas sobre el terreno, fue ganada por la conveniencia de decir lo que sus superiores esperaban sin plantear problema alguno y sin informar lealmente de los graves riesgos que se cernían sobre todo el plan.  El resultado, como ya pronosticó el General y diputado Fanjul, fue que el General Berenguer acabó procesado y separado del servicio por su actuación en esta campaña, asumiendo la máxima responsabilidad de un desastre en el que otros habían también tenido demostrada responsabilidad.

Fue precisamente en este ambiente en el que el TCol Primo de Rivera –aquel que pronosticaba el desastre por la “inmoralidad reinante”- y sus hombres, tuvieron que decidir en aquellos días de julio de 1921 si arriesgaban lo más valioso  que tenían, su vida, en beneficio de unos compañeros a los que probablemente no conocían, unas personas que lo único que tenían en común con ellos era la bandera que defendían. Y es que cuando partieron de Melilla a asumir el contacto con el enemigo sabían ya lo que estaba ocurriendo, y lo hicieron plenamente conscientes de los errores del mando y de las defecciones que aquel día abundaban a su alrededor. Y aun así, cumplieron hasta morir.
Pero no sólo fueron ellos los que aquel fatídico verano se comportaron con extremo valor a pesar de la ignominia reinante a su alrededor. El Comandante Benítez, defensor de Igueriben, nos brindó otra maravillosa lección de valor moral y físico cuando se dirigió en estos términos a su comandante en jefe, el General Silvestre, y le espetó: «Nunca esperé de V. E. recibir orden de evacuar esta posición, pero cumpliendo lo que me ordena, en este momento, y como la tropa nada tiene que ver con los errores cometidos por el mando, dispongo que empiece la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente pues la oficialidad que integra esta posición conscientes de su deber, sabremos morir como mueren los oficiales españoles». Como ya es sabido, el Cte Benítez murió defendiendo su posición –lo que le valió una Laureada individual-, y la hipótesis más plausible es que el General Silvestre acabó suicidándose[8] en su tienda de campaña cuando todo el desastre era ya un hecho, abandonando a sus hombres cuando más le necesitaban.

 
Estatua en honor al Comandante Benítez en Málaga.
Terribles palabras y terribles historias no tan lejanas en el tiempo. Historias de soldados cuyas consecuencias fueron tan graves que afectaron a toda la historia de España  del siglo XX. Historias cuyos ecos aún llegan hasta nuestros días, sucesos que no deberíamos cerrar en falso sin que nos dejen alguna lección indeleble. Y es que ningún oficial debería desconocer que los hechos en los que participó el Alcántara con tanto honor fueron consecuencia de gravísimos errores del propio Ejército, y que además contribuyeron definitivamente al gran desastre colectivo que se avecinaría para España pocos años después.

Todos deberíamos llevar grabado a sangre y fuego en nuestra mente el que casi con seguridad fue el momento más ignominioso de la historia de los oficiales del ejército español a lo largo de su ya dilatada historia: el desastre de Annual y las circunstancias que lo rodearon. Los jóvenes cadetes, cuando ya tengan unos años de formación y sean capaces de entender la importancia del pecado cometido por sus antecesores, deberían estudiarlo y discutirlo en detalle, y las caras e imágenes de sus principales protagonistas deberían serles tan familiares como las de sus generales y profesores actuales.
Y deberían conocerlo a modo de vacuna, para que ya siempre sean plenamente conscientes de en qué pueden convertirse, y en lo que se convirtieron algunos que, como ellos, un día lejano abrazaron la profesión militar con devoción y que, sin embargo, acabaron fallando terriblemente a su Nación; y para que nadie jamás, ocurra lo que ocurra, repita aquel fracaso moral colectivo, y para que se den cuenta que aquel hecho supone una vergüenza con la que ellos también deberán cargar por el mero hecho de ser oficiales de nuestro Ejército español.

Conclusión
“Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor.”

 Albert Einstein
Desde luego la del Desastre de Annual es una de las más cruciales lecciones que recibió nuestro Ejército a lo largo de su historia que no conviene, quizás a veces deliberadamente, olvidar. En él se entremezclan episodios terribles de cobardía, deshonra y deslealtad, con otros, como el del Alcántara, de enorme valor moral y físico; episodios de los que se pueden extraer lecciones cuya esencia es perfectamente aplicable a nuestros tiempos.

Porque  muy probablemente, en lo militar, no desarman ni la carencia de medios, ni la escasez de dineros, ni los flojos soldados, ni los fusiles obsoletos; en lo militar, desarma fundamentalmente la falta de valor intelectual y moral, y éste es el peor de los desarmes, porque conduce inevitablemente al tan temido desarme moral colectivo –el fracaso inevitable de los hombres custodios de las armas-.

 
Muchísimo más importante que legar a las siguientes generaciones de oficiales potentes carros de combate y modernos misiles, mucho más importante que darles licenciaturas e idiomas y relatarles historias de héroes y medallas, es transmitirles un discurso moral sincero y coherente que les prepare para las adversidades, miedos y frustraciones que sin duda tendrán que afrontar en el futuro, como afrontamos hoy, y como afrontaron todos los que lucharon por España antes que nosotros. Porque nunca ha sido fácil servir con honor en los Ejércitos de España y, a buen seguro, tampoco lo será en el futuro.
Pongámonos toda la vacuna contra la deshonra y la desmoralización, expliquémonos en detalle lo que fue el Desastre de Annual, sus consecuencias y sus posibles causas. Y una vez restituida la deuda con el Alcántara, reflexionemos en estos tiempos de crisis sobre por qué tuvimos miedo tanto tiempo a reconocer nuestros terribles errores, y sobre si aquellos vicios que se instalaron en nuestro Ejército en aquellos días, así como si ese miedo a la reflexión crítica y al ser postergados por la incomodidad de nuestras opiniones, perviven en nuestras filas.

 


[1] Indalecio Prieto. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados (DSCD). 22-12-1922.
[2] General  Miguel Cabanellas Ferrer. El Imparcial. 27 de octubre de 1921.
[3] Joaquín Fanjul Goñi. DSCD. 19-08-1919.
[4] Felipe Crespo de Lara. DSCD. 06-07-1922.
[5] Ortega y Gasset. España invertebrada. 1922.
[6] Archiduque Alberto de Austria. La responsabilidad en la guerra. 1874.
[7] DSCD. 29-11-1922.
[8] Así lo afirmaron años después del desastre el  Cabo Las Heras (su operador de radio) y el propio Abd-El-Krim El Jatabi.

domingo, 23 de marzo de 2014

¡Hasta siempre Presidente!


Finalmente el Presidente Suárez nos ha dejado físicamente. Mucho antes nos había dejado mentalmente, como ocurre con muchos de los que se entregan con tanta pasión por algo: un buen día acaban desconectando de aquello que quieren tanto, probablemente por el dolor sufrido, o simplemente por el brutal desgaste que se cobra el amor incondicional. 
 
Porque el Presidente Suárez era alguien que quería a este maldito país hasta límites insospechados, un patriota con mayúsculas, alguien que se lo jugó todo por todos nosotros y salió victorioso, con tan grandes aciertos que podrían enterrar los más grandes errores que hubiese podido cometer.
 
Espero que hoy mismo se pueda jugar un mus con su viejo amigo, el Capitán General Gutiérrez Mellado, y que se fumen un buen cigarro allá donde vayan las almas de estas grandes personas.

Lo que tengo por seguro es que, con su media sonrisa de galán de cine y su carácter conciliador, irá recibiendo a todos los que le traicionaron sin un solo reproche, como hizo en vida.
 
Yo espero poder conocerle alguna vez, cuadrarme marcialmente como ya no hago ante nadie, estrecharle la mano si me la tiende y decirle: ¡siempre a sus órdenes, Presidente!; ¿le hace un mus?"
 

sábado, 8 de febrero de 2014

Canarias: en la encrucijada del petróleo.




«Le pido a Alá que encontremos petróleo tanto en España como en Marruecos».
Abdelilah Moulkirán. Primer Ministro de Marruecos. 5 de octubre de 2012.
Que las Islas Canarias han sido un bastión estratégico de primer orden a lo largo de su historia es un hecho incontrovertible que desgraciadamente no es muy conocido en la España actual. El que fue el primer enclave oceánico del expansionismo castellano en el siglo XV se convirtió en la palanca que permitió a España conquistar América, fundar su imperio y controlar el comercio con las Indias; hecho que no pasó desapercibido para nuestros enemigos de entonces, primero los berberiscos y luego especialmente Inglaterra, que no cejaron durante los tres siglos siguientes en el intento por hacerse con algún territorio en el archipiélago.
 
Pero no acabaron en el siglo XVIII las amenazas sobre las islas. Durante el siglo XIX EEUU planificó su invasión y Alemania fijó su vista en un territorio poco protegido que le proporcionaba acceso a África y al Mediterráneo; durante la Primera Guerra Mundial una flota británica materializó un bloqueo alrededor del archipiélago para evitar su empleo por Alemania; en 1940, el entonces ministro de Asuntos Exteriores español recibió la petición del III Reich de la cesión de la isla de Gran Canaria para los planes de guerra alemanes, y durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial se apoyó secretamente a la Armada alemana en la batalla del Atlántico; en 1941 las Fuerzas Armadas británicas emitieron el plan Pilgrim para la invasión de las islas, y en 1943 serían las fuerzas canadienses las que prepararon el plan Tonic con el mismo propósito.
 
A lo largo de su historia española, Canarias ha sido un preciado territorio que muchas otras naciones han estado dispuestas a ocupar manu militari por su valor geoestratégico; hoy en día, casi totalmente despejadas las pasadas amenazas de seguridad sobre las islas ―ya bajo el potente paraguas de España, la OTAN y la UE―, no han sido sin embargo despejados otros riesgos larvados que van creciendo en su entorno.
 
Por un lado, en el ámbito interno insular, comienza a tomar aire una corriente de opinión de desapego del resto de España, alentado por la crisis económica y la costumbre -no por conocida menos preocupante- de señalar en el exterior a los responsables de todos los problemas internos. Siendo justos hay que reconocer que la incomprensión y   la ligereza con la que se tratan a veces los asuntos de un territorio tan especial, la falta de reconocimiento del valor de las islas, la lejanía de la Península, la doble insularidad, un trato a veces desdeñoso frente a otros territorios, así como un tardío desarrollo económico y de sus infraestructuras, propician un sentimiento de abandono en todos los órdenes que, convenientemente explotado, conforma un caldo de cultivo favorable para el discurso disgregador.
 
Por otro lado, la profunda brecha de riqueza y bienestar que existe en los 90 Km que separan a las islas del continente africano, la incierta resolución de la Primavera Árabe y su posible influencia en Marruecos, la desestabilización del Sahel, la posición de las islas en la retaguardia marroquí, las reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla, el conflicto del vecino Sáhara, la tensión argelino-marroquí, la inmigración ilegal y el crimen organizado son riesgos que no se pueden menospreciar al analizar la seguridad de las islas desde un enfoque integral.
 
Sin embargo, es conviene subrayar que precisamente algunas de las anteriores circunstancias también pueden convertirse ―bien gestionadas― en magníficas oportunidades de desarrollo, comercio y revalorización de las islas. No es baladí advertir que África es el continente con mayor potencial de desarrollo en los próximos decenios, y que para ese desarrollo necesitará multitud de recursos que la UE, y muy especialmente España y las Islas Canarias, pueden proporcionar.
 
No por casualidad España se ha convertido en 2012 en el primer socio comercial de Marruecos, desbancando a Francia ―muy a su pesar― por primera vez en la Historia, y haciendo que Marruecos sea ya nuestro segundo cliente fuera de la UE, por detrás solo de EEUU y superando con creces a China. Las empresas siderúrgicas, automovilísticas, textiles y energéticas son las que más han contribuido a este hecho, pero sectores como el turístico y la construcción comienzan también a adquirir relevancia en el mix empresarial español en Marruecos. Y a estas circunstancias no han permanecido ajenas las islas que ya se están constituyendo en la mejor plataforma de proyección europea hacia el Sur; las exportaciones canarias a Marruecos han crecido un 140% en términos relativos durante el mismo año 2012, confirmando a este país como uno de los mercados más pujantes para la producción del archipiélago.
 
Esta creciente relación comercial, la estabilización y el desarrollo marroquí, así como las posibilidades que puede abrir el tratado de libre comercio que este país ha comenzado a negociar en 2013 con la UE son ya una oportunidad mutua de progreso que puede servir de modelo en el futuro ―por qué no― para otros países de la vertiente noroccidental africana; sin obviar que además se pueden constituir en el mejor precursor de la confianza mutua y la seguridad compartida entre España y Marruecos.
 
Pero todo tiene un precio ―quid pro quo―. Probablemente la cada vez más fría simpatía del Estado español por las reivindicaciones del pueblo saharaui es un peaje que habrá que ir aceptando para impulsar todo lo anterior. La postura española ante la resolución 2099 de 30 de abril de 2013 que EEUU presentó ante el Consejo de Seguridad de la ONU, relativa a los derechos humanos en el Sahara, parece un buen ejemplo de ello.
 
Dicho todo lo anterior, y a pesar de ello, las Islas Canarias continúan siendo para la mayoría de los españoles y los europeos un mero sinónimo de lugar vacacional de sol y playa y poco más; un indicador fiable de la poca atención que en general se presta al archipiélago desde el exterior. O al menos así ha sido hasta que, de repente, las Islas han reaparecido en la agenda política española por la posible existencia de una jugosa bolsa de hidrocarburos en sus costas orientales lindantes con Marruecos; bolsa que Marruecos ya ha comenzado a explorar, que está creando tensiones entre el Gobierno central y el Gobierno autonómico, y que ―como ya hizo en el pasado más cercano― muy probablemente influirá en las relaciones entre Marruecos y España, Sahara Occidental por medio. Un asunto controvertido que, sin lugar a dudas, traerá repercusiones de calado político y estratégico en los próximos años; tanto en el ámbito interno como en el externo.
 
EL POTENCIAL DEL PETRÓLEO
En marzo de 2012 el Departamento de Interior de los EEUU emitió un informe bajo el título de Una estimación de los recursos mundialesconvencionales de petróleo y gas no descubiertos en el ámbito de su World Petroleum Resources Project. En este informe se señalaba, entre otras muchas, una posible bolsa de hidrocarburos localizada en la fachada noroccidental africana, tanto en la zona continental como en la marítima, que podría extenderse desde Tánger hasta la costa oriental de las Islas Canarias.
 
En realidad, el potencial de esta zona era bien conocido muchos años antes. Desde el año 1968 Marruecos ha autorizado algunas exploraciones en las aguas que separan ese país del Archipiélago Canario sin que los resultados iniciales condujeran nunca a la fase de explotación. Sin embargo, desde 2007, la concesión de licencias se ha multiplicado por todo el territorio y las aguas marroquíes ―incluyendo las saharauis―, dando ya más de una decena resultados positivos en gas y petróleo. A día de hoy, se han concedido licencias de reconocimiento o exploración marítima (off shore) para 250.000 Km2; un área que duplica en extensión la que el Gobierno de EEUU ha concedido en el Golfo de Méjico.
 
Por parte española, los permisos de exploración en la zona fueron otorgados a Repsol en enero de 2002 y obtuvieron por repuesta una protesta diplomática formal del Gobierno marroquí relativa a la indefinición de las aguas territoriales entre ambos Estados; hechos que ocurrieron solo unos meses antes de la crisis de Perejil. De 2002 a 2004 se realizaron algunos sondeos, pero los derechos de Repsol fueron suspendidos en 2004 por el Tribunal Supremo a instancias de una denuncia del Cabildo de Lanzarote, situación en que se han mantenido hasta que han vuelto a ser convalidados por el Gobierno español en marzo de 20121. Además de lo anterior, y en estrecha relación con la cuestión, en marzo de 2013 el Tribunal Constitucional desestimó el recurso interpuesto por el Gobierno de Canarias en 2008 contra la Ley 12/2007 que otorgaba en exclusividad al Estado la competencia para autorizar prospecciones o explotaciones petrolíferas submarinas en las aguas bajo jurisdicción española. Casualidades o causalidades aparte, lo que sí resulta evidente es que en los últimos años se está reactivando una vieja carrera que ya tiene en marcha a sus primeros competidores.
 
En el cuarto trimestre de 2013 la empresa escocesa Cairn Energy ha comenzado los trabajos de exploración, a través de su compañía subsidiaria Capricorn, en la zona marítima denominada Foum Draa off shore frente a las costas de Marruecos (bloques numerados del 86 al 88 en la Figura 1) y a 180 Km de la costa norte de Lanzarote. En esta zona, la compañía escocesa posee un 50% de los derechos de exploración y explotación, derechos que han sido adquiridos a la pequeña compañía Longreach Ltd ubicada en el paraíso fiscal de la isla de Jersey2. La estatal Oficina Nacional de Hidrocarburos y Minas del Gobierno marroquí (ONHYM) posee otro 25%, Longreach conserva un 2.5% y las compañías San Leon y Serica poseen el 14.17% y el 8.33% respectivamente. Además, Cairn también posee derechos (37,5%) en la zona Cap Juby Maritime (bloques 117-119 en la Figura 1) frente a las aguas del cabo de mismo nombre, y a unos 70 Km de las costas de Fuerteventura y Lanzarote. Derechos que ya tiene planeado ejercer en 2014.
 
Figura 1. Zonas autorizadas por Marruecos para las prospecciones marítimas y terrestres (Fuente: ONHYM)
Hay además otras dos petroleras ―Tangiers Petroleum y Kosmos Energy― que también han anunciado prospecciones en el primer semestre de 2014. Kosmos se dispone a explorar el bloque denominado Foum Assaka off shore (67-70) frente a las aguas de Agadir y Sidi Ifni, y un segundo gran bloque denominado Cap Bojdour off shore (20-34), situado en las aguas saharauis frente al Cabo Bojador, 170 Km al sur de Gran Canaria. Por su parte Tangiers, en colaboración con Galp, tiene prevista la exploración del bloque Tarfaya off shore frente a las costas de Tan Tan (89-96), a unos 140 Km de las costas de Lanzarote y Fuerteventura.
 
Según la información ofrecida por la propia ONHYM, hay ya 18 áreas off shore a lo largo de la costa occidental de Marruecos y el Sahara para los que existen acuerdos de exploración de hidrocarburos con una pléyade de compañías distintas. Además de las ya citadas, engrosan esta lista la turco-estadounidense Genel (con base también en la isla de Jersey), la californiana Chevron, la británica Chariot (con base en el paraíso fiscal de la isla de Guernsey5), la francesa Total y las españolas Repsol y Gas Natural. Según las siempre orientativas estimaciones de las propias compañías, los recursos prospectivos de barriles de las áreas de exploración que se pretenden acometer en los dos próximos años del lado marroquí podrían superar los 1.500 millones de barriles de petróleo (MBO). Pero lo más importante es señalar que, en todos los bloques autorizados por el Gobierno de Marruecos, la empresa estatal ONHYM se ha reservado un porcentaje importante de los derechos de exploración y, por tanto, de los de una hipotética explotación.
 
Estas prospecciones marroquíes en aguas cercanas a Canarias comienzan  un año antes que los polémicos sondeos que se han vuelto a autorizar a Ripsa (Repsol) en el lado español de las mismas aguas (denominados Canarias 1-9 en las Figura 1 y 2). La petrolera española prevé desarrollar exploraciones a finales de 2014 y 2015 en las aguas orientales de Fuerteventura y Lanzarote, siendo sus derechos (50%) compartidos con la alemana RWE (20%) y la australiana Woodside (30%).
Figura 2. Licencias de exploración otorgadas a Repsol en aguas españolas (Fuente: Grupo RWE)
Según el último informe de la asociación española ACIEP, se estima que en las zonas autorizadas a Repsol podría haber unos recursos prospectivos de hidrocarburos convencionales cercanos a los 1.200 millones de barriles de petróleo (MBO) y 226 miles de millones de metros cúbicos de gas (BCM), siendo conveniente reseñar que el Estado español no tiene ningún derecho sobre la exploración o la hipotética explotación de los hidrocarburos que se pudiesen encontrar, quedando estos como patrimonio exclusivo de las empresas que los poseen, y por tanto de sus accionistas.
 
No obstante lo anterior, fuentes del Ministerio de Industria llevan tiempo señalando que, de encontrarse gas y petróleo en la zona española, los beneficios económicos para el país serían importantes: ahorro en la factura energética exterior de 28.000 millones de euros, dinamización y diversificación de la economía canaria, creación de puestos de trabajo, e ingresos ―vía impuesto de sociedades― de unos 700 millones de euros al año durante un periodo estimado de 20 años.
Imagen difundida en la red por la organización independentista canarias Inekaren.
EL PROBLEMA DEL PETRÓLEO
Desde los primeros pasos del tortuoso proceso que están siguiendo los permisos de exploración concedidos a Repsol, las autoridades y buena parte de la sociedad canaria han manifestado su oposición a las autorizaciones otorgadas por el Gobierno central. Después de conseguir que se anulasen los permisos en 2004, el Gobierno canario, el Cabildo de Lanzarote y el de Fuerteventura han tratado de frenar el nuevo Real Decreto de convalidación de las prospecciones recurriéndolo por partida doble ante el Tribunal Supremo y, en paralelo, han comenzado a formular quejas ante las instituciones de la UE. Tan frontal oposición está sustentada en razones primordialmente de impacto socio-económico, de riesgo medioambiental y de conflicto de competencias.
 
Que el turismo en Canarias es un sector clave, desde el punto de vista económico y social, no es ningún secreto para nadie; pero conviene ponerle cifras. En 20113 el sector turístico canario representaba el 30% de su PIB (12.300 millones €), el 35% del empleo (265.000 puestos de trabajo) y el 28% de los impuestos recaudados (1.500 millones €); mientras que la media española del impacto turístico era de un 10% del PIB y un 7% del total del empleo nacional. Conviene también subrayar que el impacto económico del turismo crece en Canarias desde 2010, en plena crisis económica, a una media anual de casi un 5%; siendo esto posible gracias a la especial importancia del turismo extranjero (Reino Unido y Alemania a la cabeza).
 
Pues bien, es precisamente la extraordinaria relevancia de este sector la que hace temer por unas explotaciones petrolíferas en las aguas canarias que pudiesen afectar negativamente al motor de la economía insular. Con respecto a ello ya se han posicionado la Federación Internacional de Operadores Turísticos (IFTO), la Federación de Turoperadores del Reino Unido (ABTA) y la Federación Alemana de Agencias de Viaje y Turismo. Todos ellos se han dirigido por carta a las autoridades españolas para expresarles la preocupación por el fatal impacto que posibles derrames pudieran tener sobre la oferta turística canaria; pero también alertando del peligro que supone la mera asociación de la marca Canarias con el petróleo, y el daño que podría hacer sobre la imagen publicitaria de paraíso natural que desde hace tiempo se trabaja en construir. Evidentemente, estas organizaciones han obviado en sus misivas advertir sobre el terrible impacto medioambiental que el turismo ha tenido y tiene sobre las islas, causado fundamentalmente ―pero no solo― por el enorme déficit energético generado por 12 millones de personas que visitan un territorio que dispone de recursos naturales  limitados y una población residente de 2,2 millones4.
 
 
Imagen difundida en Internet contra las exploraciones de Repsol (Fuente: No Oil Canarias)
Desde un punto de vista medioambiental, es evidente que toda explotación petrolífera supone un riesgo innegable que pocas sociedades gustan de admitir en su vecindario. Pero además, el excepcional valor de la biodiversidad marina y terrestre de Canarias, la alta dependencia de plantas desaladoras para la obtención de agua, y los riesgos añadidos de las posibles explotaciones a gran profundidad que se han planteado, tanto del lado marroquí como del español, hacen que se generen en toda la sociedad canaria dudas razonables sobre si poner en riesgo un patrimonio tan valioso. A este respecto, tres importantes organizaciones ecologistas ―WWF, Greenpeace y Ecologistas en Acción― ya se han situado claramente en contra de las prospecciones.
El último factor, pero no por ello con menos peso, es una vieja reivindicación del Gobierno autónomo para hacerse con el control de las competencias administrativas relativas a la explotación de las aguas canarias que viene a sumarse a los problemas anteriormente citados. Este conflicto fue el que llevó al Gobierno autónomo a recurrir parte de la Ley 12/2007 ante el Tribunal Constitucional, y por lo que este se ha pronunciado recientemente en su contra. Por si fuera poco, esta reivindicación de las aguas canarias se enreda con la que el Gobierno español espera plantear en NNUU con respecto a la ampliación de la jurisdicción sobre la actual Zona Económica Exclusiva por el oeste de las Islas (de 200 MN a 350 MN), y con la todavía indefinida oficialmente frontera entre las costas orientales de las Islas y Marruecos.
 
CONCLUSIONES
La encrucijada a la que se enfrenta Canarias ante la hipotética explotación de hidrocarburos en sus costas orientales es un dilema de primera magnitud política y estratégica que no tiene una respuesta sencilla; y que no solo afecta a las Islas Canarias, sino también a la economía y soberanía nacional, y a las relaciones de España con Marruecos.
 
Marruecos probablemente se va a convertir tarde o temprano en un país productor de petróleo y gas, y lo va a hacer explotando, entre otras, zonas marítimas muy próximas a las Islas Canarias. Pero además, encuentre o no petróleo, Marruecos está ya experimentado un desarrollo económico espectacular que es una oportunidad para España, para Canarias y para la UE. La senda de democratización, desarrollo y cooperación que ha tomado en los últimos años parece indicar que sus posiciones son ahora muchos más pragmáticas con respecto a nuestras siempre delicadas relaciones.
 
El hecho de que ambos países hayan concedido las autorizaciones de exploración respetando el acuerdo informal de equidistancia en las aguas fronterizas, y que esta vez el asunto no haya suscitado problemas en las relaciones diplomáticas, así como el creciente estrechamiento de la cooperación comercial y la dulcificación de la postura española sobre el Sahara Occidental son claros síntomas de una nueva etapa más respetuosa y cooperativa entre ambos. Esta nueva etapa, de confirmarse en el tiempo, muy probablemente ayudará a rebajar progresivamente las tensiones de seguridad que históricamente han existido entre ambos países (Ceuta y Melilla incluidas) y proporcionará prosperidad económica a ambas partes. Aunque, por otro lado, este clima creciente de seguridad y desarrollo marroquí traerá también consigo la eclosión de su enorme potencial turístico, en directa competencia con el canario y el del resto de España.
El Presidente del Gobierno español con SM el Rey Mohamed VI de Marruecos durante la primera visita oficial de su mandato
Pero más allá de cuestiones económicas y de seguridad, la encrucijada del petróleo en Canarias trae también escondida ―a modo de muñequita rusa― una derivada interna que es muy conveniente valorar: otra confrontación entre un Gobierno autonómico y la Administración central que, bien utilizada, podría convertirse en un banderín de enganche del sentimiento de desafección que, a veces no sin razones, se instala poco a poco en parte de la sociedad canaria. Otro problema territorial que podría pasar a engrosar la lista de contenciosos de esta índole.
 
 
Y es que la mayor parte de nuestras pretendidas certezas sobre el futuro no son más que hipótesis, pese a que nos empeñemos en defenderlas con mucha vehemencia; sin embargo, las lecciones del pasado están ya escritas. A este respecto, la historia de España nos ofrece numerosas ejemplos sobre nuestros errores al tratar los asuntos de territorios de Ultramar con ligereza o desdén, y la pertinaz crisis en la que nos encontramos nos debería haber enseñado las consecuencias de confiar nuestro futuro a apetitosas burbujas (ya sean constructoras, petroleras o turísticas) sin hacer las reformas estructurales necesarias que garanticen un desarrollo socio-económico equilibrado.
Aquellos a los que toque resolver esta compleja ecuación del petróleo, con sus diversas variables y derivadas, deberían siempre tener puesta su vista en todo ello, y tratar de resolverla con el sosiego, la delicadeza y la prudencia que requieren las decisiones de este calado. Decisiones cuyas consecuencias geopolíticas trascienden varias legislaturas.
Se encuentre o no petróleo, y se explote o no se explote en los próximos veinte años, lo que parece  seguro es que las Islas Canarias seguirán siendo en el futuro el territorio español de mayor valor geoestratégico; como ya los son hoy en día, y como ya lo fueron a lo largo de nuestra historia.
 
NOTAS
1 Según RD 547/2012.
2 Según la lista española de paraísos fiscales publicada en el Real Decreto 1080/91 de 5 de julio.
3 Todas las cifras han sido extraídas del informe del Gobierno de Canarias Impactur 2011. 2012.
4 Para más información ver en el informe de la Universidad de Sevilla: «Huella ecológica y presión turística socio-ambiental. Aplicación en Canarias». Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles Nº 57 de 2011.